Por: Balmore González Mira

Lo mejor que le puede ocurrir a las repúblicas modernas es poder gozar de plenas garantías en el ejercicio de la democracia, que haya elecciones libres, transparentes y con resultados claros a la hora de los escrutinios, que todos sus órganos de gobierno sean elegidos libre y democrática.

Lo que ha venido pasando en América latina es una clara tendencia hacia el cambio,  una disposición hacia los gobiernos de extrema izquierda y algunos que podrían calificarse como de izquierda moderada,  derrotando a algunos de Centro derecha, de centro o de derecha extrema como el caso reciente de Brasil. Muchos venían haciendo unos gobiernos  democráticos,  algunos duraderos y otros con algunos visos de dictadura. Lo que está pasando inicialmente en Chile con la desaprobación de un gobierno absolutamente desconocedor de las reglas de juego constitucionales y legales, improvisado y poco preparado para gobernar se va extendiendo por lo que podría denominarse una crisis de esta gama o sector político latinoamericano de la izquierda que se va complementando  con lo que se ha vivido con la condena en Argentina de Cristina Fernández de Kirchner que  envuelve unos temas graves de corrupción y unos temas preocupantes de falta de respeto a las normas constitucionales del estado de derecho;  esta crisis  se ahonda un poco más con la falta de gobernabilidad total que ha habido en el Perú y que ahora se sumerge en una crisis agobiante para el pueblo peruano que no ha podido despegar con este nuevo mandatario, con este nuevo presidente Pedro Castillo que deja en términos muy graves todo lo que está pasando en el vecino país inca;  todo ello unido a la represión, a la barbarie de la dictadura en Venezuela hace que uno pueda empezar a pensar que la  crisis en el sur del continente ha empezado a tocar la fibras de los mandatos de izquierda.  Estos espejos del vecindario, pueden servir en alguna medida para el nuevo  gobierno, y deja la total esperanza de que en el país no sé desbordarán  las normas constitucionales y se respetará el estado de derecho férreo de una Constitución que el nuevo mandatario de los colombianos ayudó a construir en 1991 y que apenas con tres largas décadas de existencia ha tenido cualquier cantidad de modificaciones;  ahora esperamos que esa Constitución sea respetada y que no se cambien las reglas de juego en este cuatrienio para que como todos esperamos el gobierno del cambio sea para bien y no para mal del pueblo colombiano.

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