Por: Luis Fernando Pérez Rojas

La ley interior, la ética civilista y la verdad del ser humano, constituyen la presencia consciente en cada servidor público, la que debería ser la maestra guía de nuestra vida al servicio de la sociedad.

El concejal mediocre, corrupto y oportunista va al precipicio de la cloaca de la politiquería, así como aquel que, habiendo hecho una cosa, dice: “yo no lo he hecho”.  Los dos, después de la acusación moral, compartirán la misma suerte porque son hombres y mujeres de acciones viles.  Aun teniendo puesto el disfraz de su partido, a aquellos que son disolutos e instigadores del mal, sus malas acciones les hacen renacer en el infierno de su conciencia la deshonestidad y la vileza.

Más les valdría tragarse una bola de hierro calentada al rojo vivo que vivir de limosnas democráticas y contratos ilegales recolectados cuando una lleva una vida disoluta, abyecta y carente de ética.  Cuatro castigos esperan al concejal sin escrúpulos que traicionan sus principios y valores: el desmerecimiento de sus amigos y seguidores; un sueño agitado y violento; la censura del pueblo que lo eligió y el dolor del remordimiento que lo reduce a un minúsculo cuadrado.

El concejal titiritero, mediocre, sin carácter y principios, adquiere una mala reputación política y social y un renacer perverso; breve es el placer de los cómplices abyectos cuando actúan en manada, además del castigo del legislador.  Que ningún concejal busque entonces vender su consciencia liviana o superior al mejor postor.  Así como el jardín colmado de espinas corta la mano que lo agarra torpemente, así el traidor mal actuado y mal precedido en sus acciones lo llevan al desprestigio y al dolor de engañar al pueblo.

Un deber cumplido con indiferencia, una regla de compromiso mal observada, y llevar una vida manchada por la codicia, la corrupción, el oportunismo y el temor a la verdad nada de eso traerá buenos resultados.  Si una cosa está por hacer, que uno lo haga con criterio, con ardor, pasión y lealtad y a comprometerse a consciencia con el pueblo.  Un concejal de costumbres relajadas y livianas desplazará más y más el polvo de las pasiones inferiores y genera la más honda crisis institucional municipal.

Más vale abstenerse de hacer una mala acción porque aquel concejal, en calidad de servidor público, que la comete será atormentado sin contemplaciones.  Más vale realizar una buena acción, porque aquel concejal que la hace no tendrá de qué arrepentirse ni cargar sentimiento alguno de culpabilidad.  El Concejo Municipal como una institución democrática está bien fortificado en el interior y estructura axiológica de sus miembros, que uno se cuide a sí mismo, que uno no malgaste un solo instante de vigilarse a sí mismo, porque aquellos concejales que pierden esta ocasión, así sea un minuto, sufrirán las dolorosas y amargas consecuencias, hasta el dolor de su propia derrota y desprestigio.

Aquellos concejales que experimentan vergüenza y los que no experimentan ninguna vergüenza cuando hay lugar para estar avergonzados, estos “Honorables” servidores públicos con maneras de ver equivocada y proceder deshonestamente están destinados a padecer un estado doloroso, cruel e indignante.  Aquellos que tienen miedo de lo que no hay que temer y que no temen lo que es temible, estos servidores públicos con maneras de ver malas y de actuar con vileza están destinados a sentir el menosprecio de la sociedad por sus conductas dolosas, fraudulentas y dolorosas.  Aquellos concejales que ven el mal donde no lo hay y que no lo ven donde lo hay, estos servidores públicos con maneras erróneas y proceder corrupto están destinados a ser expulsados de la institucionalidad democrática que representan.

Aquellos concejales que reconocen el mal como mal, y el bien como bien, estos seres humanos, y ciudadanos íntegros y como concejales beneméritos que tienen maneras de ver justas, veraces y honestas están destinados a un estado feliz y, a representar con dignidad, mérito y ejemplaridad al pueblo que los elige, y desde el sagrado foro de la democracia municipal mirar con tranquilidad a los ojos del pueblo.  ¡Más claro no canta el gallo!

LUIS FERNANO PÉREZ ROJAS                         Medellín, noviembre 19 de 2021