Por: Balmore González Mira

La generación de mi juventud estuvo marcada por épocas de especiales vivencias en el mundo, que iban desde la revolución  sandinista en Nicaragua, acá a nuestro lado en 1979,  hasta la caída del muro de Berlín diez años después, allá en Europa, en el otro lado del mundo.  La primera derrocaba la dictadura militar de Anastasio Somoza y la segunda derribaba el muro de las infamias que durante tres décadas separó familias y permitió que un lado de Alemania fuera democrática,  próspera, capitalista, libre y dinámica, mientras la otra sufría por ser un estado socialista, retrogrado, atrasado y poco productivo.

Ambas revoluciones las aplaudimos y las celebramos en mi época, la del sacerdote Ernesto Cardenal y Eden Pastora, que durante el último año de su batalla, a sangre y fuego, sacaron a los dictadores asesinos de su país, acabando una dinastía dictatorial, dañina, corrupta y perversa.

Y esa revolución sin balas pero con ideales que en 1989 derribó el muro de Berlín, reencontró a las familias y unió nuevamente a Alemania con resultados actuales asombrosos en desarrollo para el mundo, convirtiendo a toda esa nación en una potencia mundial a través de procesos democráticos y su economía galopante con un esquema capitalista y dejando a Ángela Merckel como un ejemplo mundial de liderazgo y administración,  pero es sobre todo una república donde los ciudadanos son absolutamente libres.

Al contrario en Nicaragua los revolucionarios se dedicaron al desgobierno,  al narcotráfico y se aliaron con Pablo Escobar al igual que lo hizo el M-19 y hoy tienen un modelo socialista que está acabando la economía de ese país, acabaron la democracia, tienen un tirano dictador llamado Daniel Ortega; amordazada la prensa, no hay libertad  y tienen encerrados a 175 presos políticos, con vejámenes y torturas por el solo hecho de hacer oposición al criminal gobernante.

Hace 25 años Colombia era un estado fallido, estaba en manos de la delincuencia, recuerdo que no podíamos salir de las cabeceras municipales, estábamos secuestrados en nuestras casas,  los alcaldes amenazados y gobernando desde las capitales de departamento, la policía salía de los pueblos y estos quedaban a merced de las farc, el Presidente Pastrana comenzó un diálogo infructuoso con el grupo terrorista que quería conseguir todo a cambio de nada, como ocurrió y lo consiguió en 2016. Hace 20 años Colombia retomó el rumbo, llegó la seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social con diálogo popular y hoy Colombia con una economía disparada a pesar de la pandemia y bajo el esquema democrático del capitalismo se afianza como una economía sólida en la región. Hay democracia y somos unos ciudadanos libres.

Hace 25 años Venezuela era un estado potencia en América latina, sus empresas e inversiones y su desarrollo eran envidia en el hemisferio, el sueño de los colombianos se dividía entre el sueño americano de llegar a trabajar a los Estados Unidos, bien legal o ilegalmente, es decir, con o sin visa de trabajo; o el sueño venezolano, que consistía en ir a vivir y laborar en Venezuela en alguna de sus prósperas empresas o llevar servicios desde acá y crear empresa allá, ganar en bolívares, su moneda fuerte hace tres décadas; Venezuela era una república democrática y capitalista que permitía a sus exitosos empresarios emplear a colombianos, era un país con grandes atractivos para los millones de nuestros compatriotas que allá fueron y mandaban bolívares a sus familias para que acá vivieran bien. Ir a Isla Margarita,   emblema y orgullo de los venezolanos era todo un sueño turístico, visitar ese vecino y próspero país era uno de los mayores deseos de los colombianos. En veinte años de implementación del socialismo, Venezuela es un estado fallido, la dictadura se apoderó de él y sus falsos mecías hoy son tiranos que acabaron con el estado, millones de venezolanos huyen de su patria buscando un poco de comida para sus familias. Los ciudadanos no tienen libertad, no existe democracia y la oposición en buen porcentaje está encarcelada.

Quiero a Colombia libre, democrática, capitalista, tal vez imperfecta, pero jamás con una dictadura socialista.

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