Por Iván de J. Guzmán López

Esta semana, sucedieron dos hechos que pusieron de relieve dos estados del alma humana: la alegría y la tristeza. Esta dualidad (que hace parte de las eternas dualidades de la esencia humana, como el bien y el mal, la vida y la muerte, el amor y el odio, el triunfo y la derrota, la guerra y la paz, entre otras, y que tanto ha explorado la literatura y la filosofía), tocó nuevamente a la puerta. La primera entró con nuestra venia; la segunda, entró sin ser invitada.

Alegría y tristeza, son, pues, dos caras de la misma moneda. Dos caras de la vida. La percepción que el alegre o el triste realiza de sí mismo, tanto como la relación que establece con el exterior (con personas, acciones e ideas, es radical), da cuenta de un estado que no admiten  términos medios: en el texto que nos ocupa, es alegría y después tristeza.

Alegría por el encuentro y el disfrute deportivo y cultural de una comunidad como la de Urabá, mil veces resiliente; tristeza, por la ida de la vida de mi buen amigo, el doctor Javier Henao Hidrón y la feliz madre, doña  María Oliva Álvarez de Blanco

Alegría (por montones), fue lo que vivimos este fin de semana en Urabá, al culminar, exitosa y felizmente, las Olimpiadas Paz con Legalidad, evento que convocó a más de mil deportistas del Urabá antioqueño, y que aunó a sus 12 municipios, valga decir: Dabeiba, Mutatá, Murindó, Vigía del fuerte, Chigorodó, Carepa, Apartadó, Turbo, San Pedro de Urabá, Necoclí,  San Juan de Urabá y Arboletes. Fue una instancia de paz y alegría que empezó el 8 de octubre y finalizo hoy domingo, 24 de octubre de 2021.

Las Olimpiadas Paz con Legalidad, son espacios creados por la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, en torno a la práctica deportiva, como elemento transformador de las comunidades. Con estos encuentros deportivos y de comunidades, el doctor Juan Camilo Restrepo Gómez, Alto Comisionado para la Paz, reitera su compromiso de fortalecer la identidad, la reconciliación y la legalidad en el territorio nacional, con presencia institucional permanente.

Alegra, sobremanera, ver a una comunidad tan grande, tan productiva, tan festiva y ejemplo de tanta mística deportiva y gloria para Colombia, encontrarse en todas las disciplinas deportivas para compartir sanamente y darse la mano fraternal, con legalidad, en torno al querer y la voluntad del Alto comisionado para la Paz.

Tristeza, por otro lado, al despedir a un amigo esencial en las cosas de las letras y del espíritu, como lo fue el doctor Javier Henao Hidrón. Gocé de su amistad desde que empecé a despuntar en el difícil pero delicioso oficio de las letras, asunto en el cual, él era un hombre cultivado para entonces y dueño ya de un estilo sobrio y elegante; sin embargo, me acogió con la dulzura de un padre y el saber de un maestro, cuando me vio escribir sobre el maestro Fernando González, de cuya obra y vida ya era autoridad. Su último recuerdo, lleno de gozo, alegría y deuda, fue su nota, fechada en Bogotá y leída en el Auditorio de la Casa Museo Otraparte, a propósito de la presentación de mi libro número catorce, Crónicas de vida, ante su ausencia obligad por asuntos de salud.    

Con su desaparición de la vida (que no del corazón y del mundo literario y académico), recordé las palabras de Proverbios. 3-4: “Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia; porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro fino… No la dejes y ella te guardará; Amala y te conservará. Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia. Engrandécela, y ella te engrandecerá. Ella te honrará cuando tú la hayas abrazado. Adorno de gracia dará a tu cabeza; corona de hermosura te entregará”.

Adicional a la desaparición del doctor Javier Henao Hidrón (a cuya vida y obra he de referirme en otra columna o en otro espacio, obligadamente más denso y extenso), y motivo de tristeza, sucedió el deceso de doña María Oliva Álvarez de Blanco, madre del entrañable amigo y expresidente de la Cámara de Representantes, Germán Blanco Álvarez, a quien sepultamos el día sábado 23.

Alegría y tristeza, dualidad eterna que nutre a la literatura, pero también a la vida.