Por LUIS ALFONSO PÉREZ PUERTA

En el porche de su casa, Claudio Levi Valverde se encontraba absorto en sus pensamientos, soñando con mundos idealizados, poemas y relatos. Sin embargo, su amigo de la infancia, Adrián, lo sorprendió con un abrazo salvaje. A pesar de que Claudio estaba acostumbrado al comportamiento travieso de su amigo, su ensimismamiento lo había dejado desprevenido.

Adrián se sentó a su lado y le preguntó qué lo tenía tan ensimismado. Claudio sonrió y respondió que estaba imaginando mundos nuevos y escribiendo poemas en su mente. Sus pensamientos trataban sobre la vida, el amor y los sueños que anhelaba cumplir. Deseaba un mundo donde las personas se amaran y respetaran mutuamente, y donde cada uno pudiera perseguir sus sueños sin miedo ni prejuicios.

El dialogo entre los dos fue el siguiente:

―Claudio, amigo, ¿qué te pasa?

Claudio se separó del abrazo de Adrián y lo miró con una sonrisa en el rostro.

―Nada, solo estaba perdido en mis pensamientos ― respondió Claudio―. Estaba imaginando mundos nuevos, y escribiendo poemas en mi mente.

Adrián se sentó junto a él en el porche y le preguntó

― ¿Y de qué trataban tus pensamientos y poemas?

Claudio suspiró y miró al horizonte.

―Trataban de la vida, del amor, de los sueños que queremos cumplir. Sueño con un mundo donde las personas se amen y se respeten, donde cada uno pueda perseguir sus sueños sin miedo ni prejuicios.

Adrián entendió perfectamente el deseo de su amigo y afirmó que él también soñaba con un mundo mejor, donde todos pudieran ser felices y libres.

Adrián asintió con la cabeza, comprendiendo el anhelo de su amigo.

―Yo también sueño con eso, Claudio.

Los dos amigos se quedaron en silencio, contemplando el paisaje que se extendía ante ellos. El sol se había ocultado ya detrás de las montañas, y el cielo se había teñido de un azul oscuro. Pero en el corazón de Claudio y Adrián, la esperanza seguía brillando como una luz que nunca se apaga.

Juntos, se quedaron en silencio contemplando el hermoso paisaje que se extendía ante ellos. El sol ya se había ocultado detrás de las montañas y el cielo se había teñido de un azul oscuro, pero la esperanza seguía brillando en sus corazones como una luz que nunca se apaga. Este es el prólogo de una historia que pronto comenzará.