El que nunca duerme

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Me salgo de la cama murmurando enojado, “¡ah, ya voy a ser el hermano que nunca duerme en la comunidad!

Por: H. Jose Andazola LC | Fuente: Catholic.net

Me desperté por primera vez a la 1 de la mañana por las alergias que no me dejaban dormir a gusto. Me despierto y trato de rezar un rosario o pensar en nada para poder dormir pero nada sirve. Me quedo en cama como veinte minutos hasta que me canso de no hacer nada y pienso, “ pues por lo menos voy a aprovechar el tiempo.” Tomo los Miserables de Víctor Hugo pensando que leyendo una media hora seguro que me quedaría dormido, pero leí 45 minutos y no me llego el menor parpadeo.

Me salgo de la cama murmurando enojado, “¡ah, ya voy a ser el hermano que nunca duerme en la comunidad!”, y me fui a caminar por el pasillo. Nosotros dormimos en cuartos con una puerta de madera para todos igual, y flanqueando un largo pasillo. Salgo al pasillo y se ve bastante tenebroso. Las luces prendidas (durante toda la noche), el piso blanco y las puertas de los hermanos por los dos lados. Camino un poco y me impresiona el silencio tenebroso. Y me viene el pensamiento, como de golpe, “todos están dormidos, es como si estuviera totalmente solo.” En este momento (lo admito) me entro algo de miedo. Me voy encaminando hacia mi cuarto porque el silencio y la soledad hacen aumentar el miedo.

Y, de repente voy acercándome a mi cuarto cuando veo sobre una puerta con el signo “Oratorio”. Es el cuarto de Jesús; si, Jesús, el hijo de Dios, que murió y resucito por nosotros, que camino en esta tierra hace 2000 años, que vive a dos puertas de mí, que no está dormido.

Me entró una paz y lo vi con tanta fe, que me quede parado un rato viendo el letrero. Después de un rato hice una pequeña oración y me fui a dormir. Me acosté y no me la podía creer. Dios vive a dos puertas de mí! Está despierto toda la noche, me espera durante el día y esta tan cerca!

Pensé que sufría mucho. Que había dormido solo unas cuantas horas. Que era el que nunca dormía. Pero me encontré con que hay otro que siempre nos espera, que vive tan cerca y “tan lejos”, me encontré con el que nunca duerme…

Tomado de Catholic.net