CUENTO LITERARIO
Por LUIS ALFONSO PEREZ PUERTA.
Decidí buscar ayuda psiquiátrica siguiendo el consejo de mi ex esposa, como gesto de agradecimiento por haber aceptado el divorcio y permitirme vivir en soledad. Me escuchaba con atención, y al callar, él realizaba un comentario breve y preguntaba. Comencé el relato:
―A media noche, al pasar por la calle del cementerio, escuché una voz que de adentro me llamaba…
―Esa situación suena intrigante. ¿Qué pasó después? ¿Te detuviste a investigar o seguiste tu camino?
―Me quedé paralizado.
― ¿Lograste identificar de dónde provenía la voz o si era solo tu imaginación jugando una pasada?
― La voz… susurraba mi nombre. Mi mente en blanco.
― ¿Te atreviste a descubrir quién o qué causaba esta misteriosa llamada?
Una larga pausa. Nos miramos los dos: Médico y paciente. Luego respondí con serenidad:
―Grité, y me desperté. Mi madre llegó y me dijo: “Tranquilo, Lucho”.
― ¡Vaya, fue solo un sueño! ¿Te sentiste aliviado al despertar y darte cuenta de que todo era producto de tu imaginación?
―Lo extraño fue que en ese momento no recordaba la pesadilla, luego la recordé en una sesión de espiritismo.
― ¿Te generó esa sesión de espiritismo alguna comprensión adicional sobre el sueño o te ayudó a procesarlo de alguna manera?
―Solo fui invitado por mi compañero en el camino, aunque él sabía que yo era escéptico, pero por eso mismo me estimulaba. Fuimos, y viví la experiencia que me develó las imágenes y sonidos de mis pesadillas.
― ¿A pesar de ser escéptico, te resultó interesante la sesión o simplemente confirmó tus creencias preexistentes?
―Las pesadillas son menos espaciadas, de vez en cuando; a las personas que duermen cerca de mí en un hotel o en una finca, les advierto, por si acaso, y les doy la fórmula mágica: “Tranquilo, Lucho”. Al día siguiente, algunos confirman que grité, pero otras veces, al parecer, dormí con placidez.
― ¿Y tu compañero en el camino?―me preguntó.
―Cada uno siguió su propio camino. Yo continúo solo en medio de la multitud. Gracias por escucharme. Mi exesposa sugirió esta visita y mi compañero me introdujo en la ciencia oculta. ¿Qué hacer? ― cuestioné.
―Sigue tu camino; y tranquilo, Lucho― concluyó el psiquiatra.