Por Balmore González Mira

Pareciera que la condición misma del ser humano está establecida sicológicamente para ser un consumado crítico sin prejuicios hacia todo y para que la autocrítica poco se establezca en su lenguaje permanente y más aún para ser un propositivo sujeto con elementos de mejoramiento basados en el positivismo, pero sí en ser un destructor con su negativo  lenguaje.
Es tal el grado que alcanza el ser humano en su condición de criticar,  que aquel ejercicio de ver permanentemente el puntico negro pequeñísimo en la pared blanca es pan de cada día, y muy actual resulta el de la parábola bíblica milenaria de ver la paja en el ojo ajeno y jamás  la viga en el propio.

Si la humanidad en vez de criticarlo todo asumiera la actitud de proponer, proponer y proponer, siempre pensando en grande y con el ánimo de contribuir al mejoramiento continuo, las comunidades serían mejores y la convivencia mejoraría sustancialmente.
Y es que la crítica puede ser útil mientras sea constructiva, propositiva, pero no puede ser el elemento común de que nada nos guste por que sí o por que no.
Los colombianos en particular y  los humanos en general somos demasiado rápidos en el comentario dañino y negativo y muy escasos en la parte propositiva. Vemos siempre lo malo permanentemente en lo ajeno y nada hacemos por mejorar lo propio. Ejemplos cunden en nuestra geografía de obnubilados sabios que se creen los adanes de la creación o que con ellos comenzará el nuevo mundo.
La crítica dañina destruye y la que va acompañada de la mentira, de tanto ser repetida y escuchada,  se convierte en una especie de lenguaje colectivo o mito social que hace mucho daño a la comunidad; casos permanentes de personajes conocidos que han sido estigmatizados y el común de la gente sin hacer juicios de valor y ninguna investigación, repite lo que otros irresponsablemente han dicho de ellos generando falsas historias. Debemos acostumbrarnos a ser menos críticos en la destrucción y más propositivos en la construcción.
Bienvenidos los críticos que proponen, de ellos se nutren las empresas, los gobiernos, las sociedades; mal hacen los que todo lo pretenden destruir o no ven nada bueno en la iniciativa ajena.

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