Por Iván de J. Guzmán López

Viajar por Colombia es una bella aventura. Nuestro país es una Arcadia de bellezas, empezado por nuestras gentes. La RAE, define Arcadia, como: “Lugar o ambiente utópico e idílico, cuyo referente originario era el mundo pastoril clásico”.

En la primera semana de abril, con la siempre agradable compañía de mis parientes Juan Carlos Ocampo, Jorge España y Miryam Guzmán, hicimos la ruta Medellín – Rionegro – Santuario – Cocorná – Doradal – Puerto Triunfo – Guarinosito – Victoria – Samaná; ya de regreso, tomamos el camino de Samaná – Victoria – Dorada – Norcasia – Doradal – Medellín. Fue solamente un recorrido por buena parte del querido departamento de Caldas, básicamente en la zona de influencia del Embalse Amani, en el hermoso municipio de Norcasia.

Paisajes idílicos, gastronomía excelente; turismo ecológico bien manejado y con absoluto respeto por su fauna, flora, senderos, zonas hídricas y el trato especial de sus gentes para el visitante. Cuando se viaja por Colombia, el alma se reboza de cariño por esta tierra, por nuestras riquezas naturales, por nuestros climas, y muy especialmente por nuestra gente, simpática, cálida y, esencialmente, buena. Para desgracia nuestra, al escuchar o ver noticieros (muchos de ellos expertos en ocultar nuestra realidad), al analizar indicadores de desarrollo, al palpar la pobreza de tanta gente trabajadora, al ver la violencia a la que se nos somete por unos cuantos, al encontrar un país ultrajado por tantos congresistas ineptos e inescrupulosos, al ver el manejo que se le da a la nación por quienes nos gobiernan bajo el palafrén de las ideologías y sin respeto alguno por el bienestar general, tenemos que afirmar de manera perentoria y sin dudar, que nuestra Colombia es un país hermoso en manos equivocadas.

En España dicen que: “El mal gobierno es aquel que se olvida de los intereses generales ciudadanos para dedicarse con preferencia a lo suyo, es decir, a lo que le pete (compete, decimos nosotros), orientando esta inclinación venal siempre por los linderos de la corrupción, la traición y otras pendejadas parecidas”. No soy español de nacimiento, pero estoy de acuerdo con la definición simple y escueta de mi colega periodista español, José Nevado.

Las multitudinarias marchas en todo el país, del 21 de abril de 2022, nos están diciendo que vamos por mal camino: el colega Adolfo Charris, reporta que la opinión en la marcha de Barranquilla es que estamos ante un Gobierno de “mentiras, robo y corrupción”; en Medellín, un congresista opinó: “Apenas comienza esta cruzada, le quedan dos años de gobierno a Petro, vamos a ponernos cada vez más firmes, cada vez más sólidos y cada vez más verracos en Antioquia”. En la capital del país, la Secretaría de Gobierno de Bogotá indicó el aforo de aproximadamente 70.000 personas en la movilización que se concentró en la Plaza de Bolívar, sin contar a quienes no pudieron entrar a ella por no disponer de espacio.

Además de la participación general de la ciudadanía, las manifestaciones contaron con la presencia activa de diversos sectores, como los del transporte y la salud, este último representado por médicos, enfermeras y otros profesionales de salud. Este gremio, tan difícil de movilizar, quería expresar su descontento frente a la situación crítica que atraviesa el sistema de salud. 

Según El Tiempo, más de 350.000 personas salieron a marchar este 21 de abril en Medellín; la marcha que salió de El Poblado fue gigantesca y no tiene referente en la historia; las que salieron de otros puntos, alimentaron una multitud que encontró pequeño el Parque de la Luces. 

El ministro del Interior, Luis Fernando Velasco (a quien muchos tildan de abyecto e indolente, con mucho de razón), según dice El Colombiano, “brindó un balance de las movilizaciones en el país, detallando que los ciudadanos que decidieron marchar hoy lo hicieron en total paz y tranquilidad”. Cosa explicable, digo yo, porque la población que marchó, no cuenta con primera línea.

Faltaría espacio para sustentar el mal gobierno. Baste para ello el uso caprichoso, y sin respeto por el país, que le dan a los nombramientos en embajadas y representaciones consulares, donde no se respeta perfil y simplemente se premia ideología o acomodados. Por lo pronto, digamos que hoy el país se encuentra dividido en dos Colombias: la de Petro y la que está contra Petro; esta última, sólo espera la oportunidad de nuevas elecciones y que al país no le suceda el mismo saqueo que a Medellín, de hace dos años, en manos de un alcalde megalómano, de cuyo nombre no quiero acordarme. Sin embargo, debemos recordar que si queremos una Colombia unida, fuerte y con oportunidades, la Colombia que está contra Petro (si recupera el poder), se verá en la obligación histórica de pagar la deuda social que acumuló en 500 años de vida republicana, mandar a los corruptos al carajo, hacer las reformas necesarias, modernizar los partidos, combatir a los violentos e incentivar la producción, so pena de engordar nuevamente al petrismo, hasta llevarlo por segunda vez al poder.

Si la salud y los ingresos (que en este gobierno van en caída libre) me lo permiten, seguiré viajando, aunque tenga que sostener a cada regreso, que Colombia es un país hermoso en manos equivocadas.