Por: Nicolás Pérez –Senador de la República
¿Qué significa un impeachment? ¿Puede el Congreso remover al Presidente de Estados Unidos? ¿Esto ha sucedido antes? ¿Qué rol juegan la Cámara de Representantes y el Senado en este proceso? ¿Qué intereses hay de por medio? ¿Cómo afecta esta realidad las elecciones presidenciales de noviembre?
La Revolución francesa, la americana y la inglesa, también denominadas como las revoluciones liberales del siglo XVIII, cimentaron las bases del modelo democrático que predomina hoy en buena parte del mundo. Una de las grandes transformaciones que incorporaron a la vida política fue el hecho que nadie, ni siquiera la cabeza del Estado, estaba por encima del imperio de la ley.
Como tal, previo a estos sucesos existía la concepción que la autoridad de los reyes para gobernar provenía de Dios y no del pueblo o de cualquier marco jurídico existente, lo cual implicaba que los monarcas solamente tenían que rendirle cuentas a él y no a la gente ni a ningún otro tipo de autoridad.
Esta teoría, denominada derecho divino, aunque tuvo sustento filosófico y teológico durante varios siglos, llevó a la configuración de absolutismos monárquicos donde el Rey abusaba constantemente de sus poderes sin que nada ni nadie pudieran detenerlo. Por eso, con la finalización de esa era y el comienzo del Estado de Derecho se introdujo un procedimiento exótico hasta ese momento: el juzgamiento del Presidente.
Puntualmente, en Estados Unidos los padres fundadores establecieron en la Constitución que el Congreso tenía la potestad de remover al Presidente cuando este hubiera violado la Ley. Sin embargo, para ello se debe cumplir un procedimiento, denominado impeachment, que no es nada sencillo. Al fin y al cabo, dotar al legislativo de este poder sin establecer reglas estrictas podría llevar al País a una inestabilidad institucional donde por intereses políticos el partido derrotado en las elecciones, o inclusive contradictores del Jefe de Estado al interior de su propia colectividad, buscarían la salida del mandatario por esta vía.
Dicho esto, el procedimiento del impeachment se divide en dos: la acusación de la Cámara y el juicio en el Senado. En la primera, la Comisión Judicial de esa corporación, la equivalente a nuestra Comisión de Acusaciones, investiga la actuación del Presidente y si la mayoría de los Representantes lo consideran necesario presentan el caso ante la Plenaria de la Cámara, la cual determina si acusa formalmente al primer mandatario. La Cámara, en este escenario, actúa como si fuera la Fiscalía.
En el segundo, el Senado se desempeña como juez, dado que recibe la acusación formulada por la Cámara y determina dos cosas: por un lado, si archiva el caso, lo cual exige mayoría simple y por otro lado, si remueve al Presidente del cargo, acción que requiere una mayoría de dos tercios de la Plenaria.
Ahora bien, en este contexto es necesario hacer una precisión: si bien es verdad en un impeachment el Congreso asume funciones judiciales, la composición política del legislativo es un aspecto crucial. Es decir, a pesar que, en teoría, el juicio de los congresistas no se debe nublar por aspectos partidistas, en la práctica es vital saber qué colectividad tiene mayoría tanto en Cámara como en Senado. En este aspecto, Trump tiene todas las de ganar de cara al impeachment que actualmente afronta.
En efecto, los Demócratas solo tienen mayoría en la Cámara de Representantes, razón por la cual tuvieron los votos necesarios para formular la acusación. Sin embargo, en el Senado la mayoría es Republicana, a tal punto que los Demócratas, si quieren tener éxito en su propósito de remover al Presidente, deben “torcer” a 22 Republicanos para que acompañen su causa. Algo bastante improbable teniendo en cuenta que Trump goza de un índice de aprobación dentro de su partido superior al 90%.
De los tres Presidentes americanos que han afrontado este proceso dos, Andrew Johnson en 1868 y Bill Clinton en 1998, salieron victoriosos, mientras que el tercero, Richard Nixon en 1974, renunció al cargo antes de que el Congreso votara, dado que la derrota era inminente.
Trump, por ahora, se avizora que se sume a la lista de mandatarios que salieron invictos del impeachment, el cual, más que lograr sacarlo del cargo, busca ser un potenciador de la campaña presidencial de los demócratas, pero que puede terminar blindando al Presidente de futuras acusaciones cuando la contienda electoral llegue a su punto más álgido en noviembre.