Por: IVÁN  ECHEVERRI  VALENCIA

El ex-presidente Uribe desde hace buen rato viene llamando la atención para que pongamos “el ojo en el año 2022”, razón no le sobra para advertirlo, porque los problemas políticos, económicos, sociales y de seguridad son de gran magnitud, pues parece que con tantas vicisitudes se están alineando todos los astros para que en Colombia, se produzca un cambio en la dirección del Estado.

Coinciden algunos expertos, que la hegemonía que gobierna a Colombia, desde hace 2 décadas, la que comenzó  con la presidencia de Álvaro Uribe Vélez (8 años), que continúo con su ex ministro de defensa Juan Manuel Santos, otros tantos; y a hora con Iván Duque, nacido en las mismas entrañas del movimiento que viene gobernando al país, no han sido tan asertivos en colmar todas las expectativas de la nación. Al pueblo se le está llenando la copa, está cansado de tener siempre a los mismos con las mismas peroratas y sofismas sin que se produzcan cambios  significativos ni  mucho menos soluciones a los graves problemas que los aquejan.

Es lógico que después de tanto tiempo en el poder, se perciba un desgaste natural; el pueblo se encuentra frustrado, porque esperaba más de los últimos gobiernos que ofrecieron cantidad de ilusiones como en botica. Prometieron vencer a la insurgencia y a la criminalidad, hoy, sigue igual o peor. La paz que se acordó hace tres años y que nos llenó de esperanza, no se ha podido consolidar por la carencia de apoyo institucional; la prosperidad económica anda de capa caída; las enormes desigualdades se incrementaron; la miseria sigue golpeando a millares de compatriotas; el desempleo, la falta de oportunidades para estudiar y la corrupción no han tenido un punto de quiebre. En fin, todo anda al garete, ahondando cada día más las diferencias, el pesimismo y el desánimo entre los colombianos.

El desconchinfle de la gente es generalizado; la apatía y la frustración hace que la incredulidad nos invada; hemos malgastado dos décadas en lograr un mejor e incluyente país. Hemos perdido una buena oportunidad, con el mayor respaldo popular para haber crecido económicamente y tecnológicamente;  para haber construido un país diferente, más viable y justo en el que todos cupiéramos, en una sana convivencia y con la alegría que siempre nos ha caracterizado.

Pero, hoy en día, registramos en los rostros de cualquier compatriota la  incertidumbre, la desolación, el escepticismo, la tristeza y los odios infundados.

El mañana, nos depara un reto monumental que es vencer el egoísmo, la avaricia, el nepotismo y la corrupción encarnados en los partidos tradicionales y en las extremas tanto de la derecha como de la izquierda; el  de derrotar a los incentivadores de odios y de miedos; a los que pretenden seguir enriqueciéndose a espaldas de las necesidades del pueblo; a los  pregoneros del totalitarismo y a los apabulladores de ciertas clases sociales; y de quienes quieren importarnos ideologías extranjeras, que han fracasado en el vecindario, sumiendo a esos países en cenizas y en una catástrofe humanitaria.

Colombia, no necesita de ningún “Centro”, ni menos de tibios para salvar al país de la debacle; el cuento del “Centro” es un embeleco donde pretenden guarecerse algunos miembros de la clase política tradicional, los que han fracasado, los utilitaristas; los que dicen adorar a la patria,  pero que solo adoran el poder para su propio beneficio.

No podemos seguir equivocándonos, el 2022 es el punto de quiebre para elegir el mejor y el más democrático. La nación requiere de un Presidente, provisto de idoneidad e independencia, con carácter y que no represente ninguna paternidad, ni a financiadores de campañas, ni a empresarios legales ni ilegales; ni a multinacionales, ni muchos menos a medios periodísticos.

Nuestro maravilloso país, no necesita un redentor ni un mago, sino un aspirante de carne y hueso que conozca las verdaderas necesidades del pueblo; que cumpla lo que promete; que sea un ciudadano sencillo, pulcro; que ame a la patria para servirle y no para servirse de ella; un incorruptible, sin pasado borrascoso; necesitamos un Presidente que irradie unidad entre los ciudadanos; que sea  visionario y emprendedor; amante de la paz; sintonizado con la educación, con el campo, con la protección del medio ambiente; un líder ecuánime, con gran sentido social y, que esté a favor del pueblo  y no solamente de unos pocos privilegiados.

Como van las cosas, la próxima campaña presidencial, sin duda, podrá anticiparse, entonces el 2021 estará atravesado muy seguramente por la pos-pandemia y movido por un enconado debate electoral, sin precedentes

Colombia está al límite, no acepta más mentiras, frustraciones ni divisiones. La esperanza apunta que sean los jóvenes y los que nunca han votado los que inclinen la balanza. El voto castigo y de opinión saldrá a flote en el 2022 y  las sorpresas serán muchas, ojalá sea para bien de todos.