Por: Balmore González Mira

Hace una década recuerdo con toda claridad cómo se nos anunciaba el mayor invierno en los últimos 50 años en las estadísticas nacionales, los gobernantes del momento se lamentaban de que todo su esfuerzo estaba dirigido a paliar las dificultades de un invierno descomunal, derrumbes, deslizamientos, vías taponadas, movimientos en masa y desastres de “la naturaleza”, fueron el pan de cada día. Urgencias manifiestas y declaratorias de calamidad pública hacían parte del menú para sortear la situación. El cambio climático ya era una realidad. Desastres provocados por la mano dañina del hombre, a la naturaleza.

Estos dos últimos años largos el país ha vivido tres problemas graves, tres crisis profundas, Covid, paros violentos y un  invierno descomunal, dicen las estadísticas, que el peor en los últimos ochenta años. Este último ha contribuido a que haya un deterioro social, pero también de la infraestructura con afectaciones profundas en materia de crecimiento económico y en desarrollo para el país. Las vías están completamente diluidas, destruidas, por la cantidad de agua que han recibido, al lado de ellas se han ido casas, puentes, potreros, empresas y cultivos de nuestra agricultura, unos que no han prosperado y otros que se han podrido en sus raíces, cuando otros que no han podido madurar o florecer.

La tares del nuevo Presidente de la República es llegar a recuperar la infraestructura vial, elemento fundamental en el sostenimiento de la economía nacional, no tenemos ni navegación fluvial ni férrea para sustituirla y las tarifas aéreas no aguantan el transporte de la carga que hay que mover desde las regiones hacia los centros más poblados y las capitales de departamento.

Las noticias diarias sobre la destrucción de vías terciarias y secundarias son incontables, y los municipios y departamentos están ya a mitad de año sin presupuesto para sortear estas contingencias; los comités municipales de gestión del riesgo siguen atendiendo calamidades y los municipios en alerta roja y naranja ya han agotado la figura de la calamidad pública. El desastre que la naturaleza está ocasionando no es más que el grito que sale de sus entrañas ante la destrucción que la mano del hombre le viene produciendo. El cambio climático es una realidad. Y la necesidad de recuperar nuestra infraestructura val, es otra.

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