Por Iván de J. Guzmán López

Medellín y Colombia, viven, tal vez, uno de sus peores momentos en materia de gestión. Alcaldía y presidencia, dos cargos, entregados a veleidosos representantes de una pseudoizquierda sin ninguna capacidad para administrar, y arropados en su mejor escafandra:  el populismo, sembrado el discurso de promesas falaces. En Medellín, tanto como en Colombia, un poco más del 50% de los electores, dejados llevar por dulces cantos que prometían el “cambio en primera”, deben responder ahora por la calamidad social que hoy vivimos.  Se dejaron llevar del cuento chino que anunciaba “lo nuevo” como mejor que las experiencias pasadas, sin dar lugar a evaluar quién o quiénes decían representar el cambio.

De la esperanza, de lo nuevo, del combate a la corrupción, no tenemos nada. Hoy vivimos exactamente lo contrario, y lo grave es que, viendo la oportunidad de seguir comiendo en la batea oficial, muchos liberales, conservadores, verdes, amarillo, granates, morados, tricolores, siete colores, entre otros, se montaron a la chalupa local, que hoy hace agua. Igual cosa ocurre con el barco llamado Colombia, y ahora, con el daño hecho, menos mal, muchos se muestran arrepentidos.

Dos botones para sustentar la tragedia que vivimos:

El pasado 21 de septiembre, el histórico recinto del Concejo de Medellín (por el cual han pasado ilustre concejales, alcaldes respetables, intelectuales muchos de ellos y ejemplos de ciudadanos íntegros), trocó en rin callejero cuando el alcalde se encontró con el concejal Sebastián López:

“A EPM se la robaron ¿por qué se la robaron?”, le decía insistentemente el concejal López, mientras que el alcalde respondía, temblando de rabia: “20 billones, su jefe, usted también; Uribe Vélez”. En medio de la vocinglería que se armó, ambos se mostraban alterados, pálidos y manoteaban, mientras los escoltas del mandatario y la Policía trataban de mantener un espacio prudente entre los dos.

¿Por qué tiembla? No tiemble”, le decía López al alcalde, quien contestó: “De la rabia, papá, porque nos robaron, porque nos da rabia que nos tumben”. Mientras tanto el concejal insistía en decirle “no tiemble”.

Al final, el burgomaestre arrastró por el piso la investidura de alcalde de Medellín, al “despedirse” del concejal en  términos de cotero:

Me voy pa’ no pegarle, hijueputa”.

Mientras tanto, dos días atrás, el presidente colombiano hacía el oso en el recinto de las Naciones Unidas, cuando tuvo que esperar a que el mazo del Secretario General, Antonio Guterres, golpeara insistentemente, para atraer la atención de un auditorio menguado y lleno de algarabía, que asistía a la inauguración del debate general del 78º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en un esfuerzo para que Petro pudiera intervenir:

El discurso fue trillado, difuso y lleno de cortinas de humo, mientras a muchos kilómetros Colombia se debate en la violencia, la incapacidad para controlar el orden público, la ineficiencia administrativa, la corrupción, el desenfreno delincuencia en la república independiente del Cauca, y la incapacidad manifiesta para hacer los “cambios” prometidos a los  50.47% de los electores del cambio. Realidad triste, que hoy padecemos los 49.53% de ciudadanos que no creímos en la entelequia “progresista”:

Dijo el Presidente de Colombia:

“Les propongo que Naciones Unidas auspicie cuanto antes dos conferencias de paz, la una sobre Ucrania, la otra sobre Palestina, no porque no haya otras guerras en el mundo, como en mi país, sino porque enseñarían hacer la paz en todas las regiones del planeta, porque ambas y solo ambas acabarían la hipocresía como práctica política, porque podríamos ser sinceros, virtud sin la cual no seremos los guerreros de la vida”.

Tras hacer un llamado por la búsqueda de la paz, el primer mandatario colombiano advirtió que “en 2070 Colombia se convertirá en un desierto”; también aseguró que “en los próximos años los pueblos se movilizarán hacia el norte en búsqueda de las pocas reservas de agua que quedarían en el planeta”. Y agregó: “No hemos visto, sino profundizar lo que los ricos reunidos en Davos llamaron la policrisis. La guerra sigue. El hambre continúa. La recesión aumenta. Y la crisis climática ha mostrado sus dientes como nunca, llevándose decenas de miles de vidas y calentando las tierras y los mares como nunca”.

Las cortinas apocalípticas cesaron, para ocultar la realidad espantosa que vive Colombia, en camino acelerado a la venezolanización, vía estatizar y repartir migajas.

¡Para qué pensar en grande! Lo pequeño se hace domesticable.

Comprensible que hoy, moribundo el mandato del alcalde, y gravemente enfermo el presidencial, nuestros candidatos a Gobernación y alcaldía, todos (excepto Luis Fernando  Suarez (candidato en cuerpo ajeno -de Aníbal Gaviria- y la dupla Juan Carlos Upegui – Esteban Restrepo, ambos  ventrílocuos del alcalde en ejercicio), los demás candidatos a gobernación de Antioquia y a la alcaldía de Medellín, reconocen el estado calamitoso de la ciudad y el triste momento de Colombia.

En entrevista a el Reverbero de  Juan Paz, fechada a 23 de septiembre de 2023, el candidato Luis Pérez Gutiérrez, haciendo gala de su capacidad ética para la crítica, no obstante su prudencia y respeto, lanzó duras críticas a los gobiernos nacional y local, calificándolos de “malos”, y agregó: “son administraciones que no ejecutan ni dan soluciones a las poblaciones”. Y señaló que el actual alcalde “ha dividido la ciudad, ha generado polarización y esta circunstancia no le ha permitido avanzar en obras para la ciudad”. Medellín, agregó, “Es una ciudad que no tiene obras, no es justo que un gobernante que tiene 8 billones de presupuesto anuales, no le deje ocho o diez obras a la región. No es justo”.

Sobre el insoportable estado de orden público que vivimos en Colombia, con unas Fuerzas Armadas maniatadas y un ministerio de Justicia que parece privilegiar al delincuente, expresó: 

“El Gobierno nacional está dejando los territorios en manos de la delincuencia”. Y fue claro y directo:  “el primero de enero, cuando llegue a la Gobernación de Antioquia, le pediré al presidente Petro 10 mil policías para Antioquia, o recogeré un millón de firmas con esta petición, para retomar la autoridad, la seguridad y el orden necesarios para el crecimiento económico y el desarrollo social del Departamento”.

Sobre la dañina polarización política de izquierda y derecha, que tanto daño le causa a la ciudad y al país, dijo:

 “Los extremos políticos no dejan progresar a Colombia. Cuando la extrema derecha o la extrema izquierda son la única opción, los gobernantes parecen de una sola mano: o la extrema izquierda o la extrema derecha. Necesitamos gobernantes de dos manos, no gobernantes mochos, de una sola mano”.

Por su parte, el candidato a la gobernación de Antioquia Mauricio Tobón Franco, y el candidato a la Alcaldía  Juan Camilo Restrepo Gómez, entre otros, son enfáticos en señalar que Antioquia y Medellín, no pueden continuar  en un deterioro acelerado de las condiciones de vida de los ciudadanos, en una violencia sin control y, lo más grave, sin autoridad alguna con capacidad y voluntad para combatir la delincuencia y la inseguridad.