Por: Misael Cadavid MD

La meditación sobre la muerte para mejorar nuestras vidas es posiblemente una paradoja, pero de ahí nace su enorme beneficio.

Una de las meditaciones más recurrentes entre los monjes budistas es contemplar la muerte. Los budistas saben algo que todos sabemos: que la muerte es inevitable, pero tienen especial conciencia en algo que nosotros olvidamos: Que en este mundo todo es transitorio y efímero, además no hay mucho que ganar apegándonos a nuestro cuerpo o a nuestro ego.

¿Estoy haciendo uso apropiado de mi escasa y preciosa vida? ¡Difícil respuesta!

La muerte nos llama a despejar el camino y concentrarnos en las cosas que verdaderamente tienen significado. Todos hemos visto esas películas en las que el protagonista que sabe que va a morir se transforma y hace lo que siempre quiso hacer. Meditar sobre ello es la única forma de encontrar esa energía medular. 

Posiblemente el gran problema del hombre occidental es la falta de disciplina, especialmente una disciplina orientada al trabajo de su propia conciencia; la falta de disciplina se traduce en una impotencia: sabemos que hay ciertas cosas que debemos hacer, estar más tranquilos y mejorar nuestra vida pero no las podemos hacer porque somos víctimas de nuestros malos hábitos y ambiciones.

Hay un aforismo que dice que la diferencia entre un hombre sabio y uno ignorante es que el primero hace con gusto lo que el segundo sólo hace cuando lo obligan a hacerlo. Esto perfectamente se puede extrapolar a una práctica como la de meditar todos los días sobre la muerte. Esto no debe ser una pena, sino una serena alegría.

Pasamos mucho más tiempo pensando en el pasado y en el futuro que en el presente; estamos mentalmente en un lugar y físicamente en otro. Con esta actitud, desperdiciamos el momento presente en actividades de bajo valor.

Meditar sobre la muerte es una actividad de alto valor.

Contrario a lo que uno esperaría, contemplar la muerte no hace que la gente gaste más su dinero (la idea de que no hay mañana y entonces gastemos todo hoy no parece aplicar a la conciencia de la muerte). En realidad esto se explica fácilmente: pensar la muerte nos coloca en un estado de conciencia de la esencia, y el dinero no es realmente importante. También desafiando prejuicios, la muerte no hace a las personas más serias, sino que las hace sintonizar con mayor sensibilidad, por ejemplo con el humor. Y es que la risa proviene generalmente de no tomarnos las cosas demasiado en serio, y ante la muerte, nuestras preocupaciones mundanas dejan de parecer tan importantes.

Pensar en la muerte es una forma de aligerar nuestro paso por la Tierra, liberándonos de todo lo irrelevante antes de que sea un peso paralizante además de absurdo, ya que la muerte infaliblemente nos lo arrebatará.

La muerte es la más poderosa herramienta para dirigir la conciencia a la contemplación de los valores e ideales que trascienden la banalidad y la vanidad.

¡A vivir que faltan dos días!!

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