Por Iván de J. Guzmán López

Las redes sociales están llenas de grandes maestros que, mediante aforismos o frases célebres, nos enseñan generosamente a vivir en comunidad, a comer saludable, a pensar para el bien vivir, y para gobernar adecuadamente al pueblo, entre otras temáticas. Si la Red, en vez de usarse para multiplicar odios, engañar a incautos, mentir y propagar falacias, la usásemos para apoyarnos en el diario vivir, acceder a servicios, mejorar la manera de comprender el mundo, aprender, estudiar, trabajar, y cosas así, tendríamos una herramienta verdaderamente poderosa para crecer. No digamos que para “vivir sabroso”, porque desde la vicepresidencia no se nos ha dicho verdaderamente cual es el alcance, los métodos y las estrategias para gozar de la deliciosa expresión, pero sí nos permitiría vivir mucho mejor.

Uno de los maestros a los cuales hace alusión mi introito, es una supuesta cita de Marco Tulio Cicerón, un político, filósofo, abogado, escritor y orador romano, nacido en Arpino, el 3 de enero de 106 a. C., y considerado uno de los más grandes retóricos y estilistas de la prosa en latín de la república romana. Sus famosas cartas, la mayoría enviadas a Tito Pomponio Ático (un reconocido historiador y editor romano), alcanzaron un enorme reconocimiento en la literatura europea por la introducción de un depurado estilo epistolar y la riqueza ornamental de sus cartas, que versaban sobre las inclinaciones de los líderes, los vicios de los comandantes y las revoluciones estatales. ​

La cita, mal atribuida, según algunos, porque en ella aparecen en boca de Cicerón, conceptos e invenciones humanas que no existían en su momento, en la época que vivió, supuestamente tiene 2067 años, y dice, así:

“El presupuesto debe equilibrarse, el tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada y la ayuda a otros países debe eliminarse, para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe nuevamente aprender a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado”.

A  propósito del nuevo gobierno del hijo de Ciénaga de Oro, me parece que es una cita oportuna y justa: un presupuesto desequilibrado, de entrada, dice que no se está respetando aquello que ordena el mundo de la economía. Se habla de presupuesto equilibrado cuando los gastos no superan o son iguales a los ingresos. Esto es válido para los presupuestos de las empresas tanto como para el sector gubernamental.

El tesoro debe ser reaprovisionado: el tesoro público, entendido como “el conjunto de bienes y rentas que pertenecen a un Estado”, sin duda, debe ser reaprovisionado, pero cuidando de no afectar en manera grave algunos sectores, que de no ser respetuosos y racionales con ellos, acabará activando bombas sociales y enfermando sectores que son necesarios al Estado.

La deuda pública debe ser disminuida: La deuda pública corresponde a las obligaciones financieras (bonos, préstamos) contraídas por el gobierno, a través de las cuales se compromete a pagar intereses y el préstamo original en ciertas fechas determinadas. Según El Banco de la República (Banrep), “la deuda externa -pública y privada- de Colombia entre enero y marzo de 2022, alcanzó los US$175.106 millones, cifra que representó un incremento de 2,1 % frente a diciembre de 2021”. Disminuir la deuda pública, año a año, es obligación si se quiere conservar la salud de la Nación. Los gobiernos de izquierda, proclives a negar el pago de la deuda alegando ser oprobiosa por parte del “imperialismo”, no temen caer en este error, y, ya vemos el estado calamitoso en que están sumidas naciones respetables e históricas como la querida república argentina.

La arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada y la ayuda a otros países debe eliminarse, para que Roma no vaya a la bancarrota: la arrogancia de los servidores y funcionarios públicos no debe ser moderada; debe ser llevada a cero. Los empleados públicos se deben a la comunidad, son pagos por la tributación de la comunidad y reciben salario para servir a la comunidad. La ayuda, invocando “la hermandad y la amistad de los pueblos”, sobre todo en gobiernos denominados de izquierda, debe mirarse cuidadosamente, so pena de caer en terrenos de mamá Venezuela. Estos comportamientos, henchidos de amor, sólo llevan a la pobreza, a la esclavitud y la dependencia.

La gente debe nuevamente aprender a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado: El mayor activo de una empresa o Estado, son sus trabajadores, su población. El desempleo y el subsidio exagerado no hace capital de trabajo, no forma ciudadanos para el progreso personal y social. Leche y miel para los desempleados y los “Nini” es oferta populista en elecciones, no en ejercicio administrativo. Ofrecer puestos de trabajo, enseñar a trabajar, es la fuente de la prosperidad. Nadie se ha enriquecido, honestamente, durmiendo, decía mi abuelo, cosa que a la luz del mercado, es irrebatible. El éxito de China o Japón, o de las grandes potencias, está signado en el trabajo; jamás en “la comodidad” de vivir a costa del Estado.

Hasta aquí, el aprovechamiento de la red de Internet; verificando fuentes y autoría. “Hay que escuchar a todo el mundo, con paciencia, con respeto, con cariño; eso sí, no tragarse el cuento entero”, respondía mi abuelo  Macario, cuando el niño impaciente que era yo, le preguntaba por qué tenía que prestar atención a Raimundo y todo el mundo. Fue ¡mi primera clase de Comunicación asertiva!, cuando nadie sabía de asertividad.