Por LUIS ALFONSO PÉREZ PUERTA.

En el vasto océano del universo, nos encontramos como viajeros en constante tránsito, navegando las corrientes del presente eterno. No estamos solos en este viaje; somos acompañados por una fuerza que nos impulsa, nos desafía y nos conecta en un tejido intrincado de experiencias compartidas.

Cada uno de nosotros es como una piedra bruta, siendo moldeada por las manos pacientes del tiempo y el aprendizaje. Abordamos este viaje en una estación, solo para desembarcar en otra más adelante, mientras otros toman nuestro lugar. En este ir y venir, todos compartimos la misma travesía, enfrentando desafíos, disfrutando momentos de felicidad y aprendiendo unos de otros.

Cada día, cada instante, se presenta como una oportunidad para superar nuestras limitaciones, para enfrentar las pruebas que se nos presentan y para encontrar la dicha en medio de las tristezas. Nos movemos juntos, en pareja, en grupos o solitarios, en una danza perpetua de crecimiento y transformación.

La muerte, inevitable compañera de nuestro viaje, también forma parte de esta realidad. Aceptar su presencia es reconocer la fragilidad de nuestra existencia y encontrar significado en cada momento vivido.

Entonces, ¿dónde reside el temor en este viaje? Equivocarnos es parte del proceso, una oportunidad para aprender y crecer. Así que sigamos navegando, con mayúsculas y minúsculas, juntos en este barco llamado vida. ¿Qué dices tú, querido lector? ¿Nos atrevemos a embarcarnos sin dudar en esta aventura del espacio tiempo?