Los que no saben escuchar son malos gerentes Y directivos y peor aún, o no les importa o no tienen en absoluto conciencia del hecho. Habitualmente les muestran a sus empleados que no tienen ningún interés en sus aportes y perspectivas y tratan sus opiniones con desdén.
POR: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS
Los gerentes o directivos turiferarios que muestran escasa empatía o compasión por los miembros de su equipo tendrán también un impacto inmensamente negativo sobre el ánimo y el compromiso.
Los gerentes o directivos extremadamente críticos y locuaces rara vez celebran los éxitos e implacable y públicamente interrogarán a cerca de las fallas y no perdonarán los errores. Nunca ofrecen segundas oportunidades y no ven ningún valor en concederles a los otros el beneficio de la duda. Constantemente buscan fallas en los empleados y hacen caso omiso de sus fortalezas. Este tipo de comportamiento hará que cada nuevo encargo laboral parezca un riesgo y que cada uno de los miembros del equipo se sienta en peligro.
Los malos gerentes o directivos son irrespetuosos con todo el mundo tienen una actitud desdeñosa con sus empleados, sus jefes e incluso los clientes internos y externos. La falta de respeto es contagiosa, y pronto los miembros del equipo estarán irrespetándose entre sí e irrespetando a los clientes, con consecuencias desastrosas.
Los malos gerentes o directivos carecen de encanto y son fríos y distantes. No están interesados en desarrollar relaciones interpersonales. No tienen interés en las motivaciones y en la vida personal y profesional de los miembros de su equipo. Prestan escasa atención al equilibrio entre la vida personal y el trabajo; y los miembros de su equipo están todo el tiempo sobrerecargados y en riesgo de agotamiento.
Peor aún los malos gerentes o directivos turiferarios no son incluyentes. Excluyen a las personas de las conversaciones críticas. Tienen poca tolerancia a la diversidad. Prefieren en su equipo a “los que son como nosotros y piensan como nosotros” y no están interesados en equipos que estén construidos alrededor de una diversidad de género, raza, cultura, credo o nacionalidad. Aún si tienen equipos fuertemente diversos, los malos gerentes o directivos hacen pocos esfuerzos para garantizar que todo el mundo esté incluido en las discusiones y en las decisiones.
Los malos gerentes o directivos emplean formas de destruir el poder personal cuando ponen todo su empeño y amor por la política partidista o grupista y destruyen las relaciones al interior de las organizaciones. A los malos gerentes o directivos les encanta la politiquería, son aduladores con sus jefes y especialmente favorecen a los que los saludan a ellos o a ellas. Utilizan el miedo y la burocracia como herramienta para administrar.
Los malos gerentes o directivos nunca considerarían liberar a las personas para que tengan más autonomía. Quieren que los empleados se sientan afortunados de tener un trabajo y que siempre entreguen los trabajos bajo la amenaza de que si no son entregados como ellos quieren habrá consecuencias muy negativas. “Es como yo digo o para afuera”, dicen. Utilizan medidas disciplinarias cuando una simple comunicación con un empleado lograría el resultado deseado. Como son acosadores laborales o sexuales, toleran el matonismo en el equipo. Esta gerencia o dirección que opera a partir del miedo tal vez logre resultados de corto plazo, pero es sencillamente insostenible.
Prometerles cosas a los empleados y luego no cumplirlas. Aun si tienen la intención de hacer algo, pero se les olvida, eso resultará en una falta de confianza por parte de los empleados. Aplican la autoridad a más no poder. Los gerentes o directivos malos esperan que otros les sirvan y le sirvan a su ego. Nunca se remangan y se asegurarán de que otros hagan los trabajos que ya ellos no quieren hacer. Los gerentes o directivos humildes están a menudo en el frente liderando mediante la acción y el ejemplo. Los malos jefes tratan de promoverse a costa del equipo, siempre juegan para sí mismos en todas las oportunidades. Suelen darse el crédito por el trabajo de los demás. No se preocupan por los estándares y no les importa ni la calidad ni que los proyectos se entreguen, justo a tiempo.
Nunca ofrecen disculpas y nunca aceptan la responsabilidad por los errores. Para los malos gerentes o directivos siempre será culpa de otro. En cuanto al desarrollo personal, aprender es para perdedores. Y nunca aprenden de los errores porque no los cometen. Presumen constantemente de sus hazañas y de sus supuestos logros. También presumen todo el tiempo de un gran intelecto, con el que menosprecian y subvaloran a sus coequiperos. Entran en pánico bajo presión y permiten que se les note. Los malos gerentes o directivos corretean como locos y sobrerreaccionan incluso ante el menor de los problemas, causando a menudo desesperación y desdeño por igual.
Finalmente, son negativos acerca de sus propios jefes, culpándolos de todo lo que va mal en la organización. Los malos gerentes o directivos nunca aceptan que tienen la capacidad de cambiar algo ellos mismos, pero les encanta promover subalternos turiferarios, aunque estén rebasados de mediocridad y falta de compromiso con las instituciones.
LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS Medellín, febrero 3 de 2024