Por: Balmore González Mira

Con ocasión de mis labores, visité recientemente la obras viales que comunicarán a Santafe de Antioquia muy pronto, Dios lo permita, con el Túnel del Toyo “Guillermo Gaviria Echeverri” en la conocida vía al mar, o Medellín – Turbo,  como otros suelen llamarla.

Me devuelvo cuatro décadas para evocar los recuerdos de quienes transitamos con frecuencia aquellos caminos carreteables y polvorientos que nos llevaban recorrer desde la capital del departamento hasta el puerto de Turbo entre 18 y 24 horas. Vías que durante muchos trayectos solo soportaban el rodar de un vehículo grande, dónde las famosas “jaulas piraguas, las machacas y las escaleras” y camperos, y excepcionalmente automóviles, recorrían durante largas jornadas para atravesar la cordillera y en un sentido llegar a la Medellín de la época, donde la civilización contagiaba con los bombillos encendidos y los carros particulares y taxis, hacían raudos sus recorridos por calles, unas “encementadas y otras enpavimentadas” con olor a urbe de siglo XX. En el otro sentido,  es decir Medellín – Turbo, cruzábamos con toda la paciencia el famoso alto de El Boquerón, descendíamos por la famosa “Cajetilla y bajábamos con prudencia por sus demasiadas curvas hasta San Jerónimo, y aún por carretera con pavimento llegábamos a la Santafe de Antioquia colonial en un recorrido de 2 horas o dos horas y media, dónde se acababa la dicha vial. Ahí propiamente en Santafe comenzaban los caminos de trocha y nos internábamos por las polvaredas de verano o los pantanos del invierno hasta llegar a las habas, en una serpentina de una carretera que bordeando el río Tonusco muchas de las veces solo permitió el paso de un solo carro, y otras tantas reversar para darse paso era la rutina diaria de aquellos Titanes del volante que en buses y camiones no tuvieron la dicha de conocer la dirección hidráulica de la modernidad, todas eran mecánicas y pareciera que los pilotos de la época tuvieran clases de pesas para poder cumplir aquellas jornadas interminables. Se subía luego por una empinada pendiente hasta el alto de El Morrón, dónde un Cristo dominaba la montaña y pareciera que bendijera a cada vehículo que por allí transitara para que cumpliera la odisea bajando o subiendo pues a decir verdad, el riesgo era el mismo.

Llegar a Manglar, en el otrora municipio del anís y la cebolla de hoja en Giraldo ya era un descanso, tal vez en un recorrido de cinco horas desde Medellín; Se subía nuevamente hasta El Boquerón del Toyo, para bajar a Cañasgordas y poder “planiar” un ratico hasta Uramita, para preparar la faena de pasar  “El Revenidero” y llegar a Dabeiba para iniciar los sustos y precipicios de vía “La Llorona” para llegar finalmente a Mutatá y sentir que se estaba en tierras urabaenses. Bien contadas y con buen tiempo y sin inconvenientes, que eran muy frecuentes, iban contadas 12 horas de camino hacia el mar de los antioqueños. Habíamos logrado atravesar la famosa “trocha” y el olor a mar aún distante, solo era apaciguado por la belleza de unas tierras que como las de Urabá, solo allí existen en la creación. Con buena fortuna se pasaba por Chigorodó, luego por el recién creado municipio de Carepa, que solo contaba con unas pocas casas, vías y habitantes y se llegaba a Apartadó en un viaje agotador que solo lo compensaban las maravillas del territorio más próspero del país. Llegar a Turbo se asumía como un trofeo, porque de ahí a Necoclí y Arboletes eran tal vez otras seis horas de viaje que, que hoy se hacen con placer, pero que lamentablemente el estado de la vía Necoclí – San Juan – Arboletes no deja disfrutar a plenitud, las playas y paisajes que nos da esta divina naturaleza.

Quienes somos del occidente y específicamente de Frontino siempre calculamos poder llegar desde Medellín en un recorrido de 6 a 10 horas, dependiendo de todas las circunstancias que envolvían un viaje que siempre parecía una novela desde su preparación y recorrido, pues ello incluía lugares donde comer o el famoso “envuelto en hoja” o “fiambre” que muchas veces hacían las deliciosas gastronómicas del recorrido.

Hoy, cuando observo estos nuevos 10 túneles, los puentes y viaductos y las vías en construcción y nos ponemos a calcular lo que será el nuevo recorrido, los tiempos, los beneficios para pasajeros y transportadores, lo que será llegar de Medellín a los puertos de Urabá y que moverán la economía, el turismo, la industria y la producción; cuando de 20 horas de trayecto, ahora se podrá hacer en un camión en 5 o 6 horas,  cuando de Medellín a Frontino, para dar otra referencia iremos en menos de dos horas, podemos decir que estas obras y estas vías son una bendición y que por ello, pensar siquiera en su atraso o suspensión de las mismas sería no solo el peor error de la historia de la infraestructura colombiana, sino, el mayor error político-administrativo del siglo XXI, porque estas no son obras para o de los antioqueños, estas son una necesidad país.

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