Decía Jean de la Bruyere, filósofo y escritor francés: “No hay en el mundo más admirable exceso que el de la gratitud en los seres humanos arropados por su nobleza y dignidad”.

POR: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

La gratitud nacida desde el alma, es lo más significativo y noble de todo ser humano.  Decían los abuelos: “pan prestado debe devolverse mejorado”.  ¡Tenían toda la razón! Las gratificaciones son vicios únicamente cuando por buscarlas se sacrifica una virtud.  Quien da, no debe volver a recordar a quien le dio; quien recibe, no debe olvidar el favor recibido.  La gratitud implica una parte considerable de nobleza, dignidad, empatía y amistad hacia la persona que nos obliga no despreciar ni abusar de su confianza.

Una dracma de agradecimiento pesará más, para llenarla de felicidad y gozo espiritual que cien veces otro tanto de ingratitud y maledicencia frente a la amistad.  José Martí, escritor cubano, dijo: “los hombres no pueden ser más ´perfectos que el sol.  El sol quema con la misma luz con que calienta.  El sol tiene manchas.  Los desagradecidos no hablan más que de las manchas.  Los agradecidos hablan de la luz y su calor”.

El que recibe, ha de mirar, no la materia de lo dado, sino al que le ha hecho la dádiva, sin esperar nada a cambio, y recordar siempre el favor recibido para agradecerlo con nobleza.  En ese sentido, los artistas dicen que las gracias son tres y de ellas, dos miran hacia atrás y la tercera mira hacia las dos primeras.  El que agradece lo que recibe soporta el peso de su abundante cosecha.  Lucio Anneo Séneca, filósofo y dramaturgo latino, nos ha dejado una gran verdad cuando expresó: “nadie escribe en su agenda de bolsillo personal los favores recibidos”.  Duro es reconocerlo, pero es verdad.

La gratitud no sólo es la más grande de las virtudes, sino que engendra todas las demás.  No hay lugar para la gratitud en los momentos de desgracia y en el corazón de los cínicos.  Sí, la compasión y el amor son hermanos, en cambio el amor y la gratitud no son ni siquiera parientes lejanos.  La gratitud nos hace felices, porque son raras las ocasiones en que se nos hace visible a los ojos y se nos esfuma del alma y el corazón.  ¡Qué desgraciados somos!

La gratitud es como la buena fe de los mercaderes, hace posible el trato; no pagamos porque sea justo satisfacer las deudas, sino para encontrar más fácilmente quien nos preste.  Así de sencillo.

¡La gratitud sólo tiene espacio en la gente noble, de sensibilidad humana y de una estructura axiológica a toda prueba!  Los perversos son analfabetos del significado humanista de la virtud llamada gratitud!.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                      Medellín, septiembre 2 de 2023