Por: Félix Alfázar González Mira.

Cuando estaba niño mis padres nos traían del corregimiento de Juntas de Rioverde, hoy Nutibara en el municipio de Frontino, hasta Medellín, en lo que constituía el mayor de los acontecimientos de alegría de nuestros primeros años de vida.

El camión escalera, hoy “La Chiva “, parqueada en el parque principal, era como el monumento al asombro del modernismo, el mayor desarrollo de la era industrial. En la madrugada nos levantaban con todo el equipaje necesario para un viaje de 12 horas. Toda una empresa había de constituirse para poder sortear la travesía que comportaba transitar por la “Trocha a Urabá” hacia la ciudad capital de nuestro departamento. El ” fiambre “, por si se presentaban las vicisitudes de los frecuentes derrumbes, las botas para transbordo por pantanos, la ropa que era acompañada de la ruana por los cambios de clima, las chaquetas y la prendas domingueras para “Cachaquear ” en la ciudad, el “mareol” ineludible por la certeza total de la devuelta de los alimentos ingeridos, y todo lo demás necesario para transitar por valles, cañadas, laderas, pendientes, riscos y puentes precarios en el recorrido de 190 kilómetros que separaban las dos localidades.

Era interminable, en mi condición de párvulo, el trayecto entre los municipios de Cañasgordas y Santa Fe de Antioquia en cualquier circunstancia de clima y hora. En el verano, el polvo del camino nos arropaba de arriba a abajo con la consiguiente incomodidad generada en el camión escalera de 8 bancas, además de movernos permanentemente de un lado para otro al seguir la dirección de las arrugas de las montañas. Si era en invierno y en las mismas circunstancias, nos abrazaba el frío de la neblina frecuente de la gran “cuchillalarga” hasta despuntar el Boquerón del Toyo y llegar a Manglar, ubicado en las partidas hacia la cabecera del municipio de Giraldo. Si era con copiosas lluvias como solía suceder, se desamarraban las carpas para evitar que todos viajáramos cómo en un yate marino sin cubierta y mal conducido; circunstancia que contrarrestábamos con la ruana del equipaje al presentarse frío y lluvia.

Después de hacer escala en Frontino y Cañasgordas para lo necesario fisiológicamente desde ingesta alimentaria hasta necesidades inmandables, era obligatoria la parada en este lugar tan emblemático de la “carretera al mar ” que nos indicaba que estábamos avanzando en bajada hacia los valles de los ríos Tonusco y Cauca a encontrar ya tierra caliente, y de regreso nos señalaba que estábamos coronando la altura mayor sobre la cordillera Occidental para descender hacia la tierra paterna.

Pues bien, por motivo de espacio no avanzaré hasta Medellín , pero cómo no recordar de Manglar hacia abajo a “El Morrón” y lo serpenteante de la vía, los riscos y despeñaderos; la estrechez que obligaba a los vehículos a retroceder en medio de ese cañón infranqueable que la condición cristiana llevó a construir dos advocaciones de María: las vírgenes de Morrón y la de ” Las Habas” queriendo señalar que , en la segunda ya se había coronado la bajada y en la primera, al regreso, se había ganado la subida. O igual, la limosna recogida para depositar en la de Morrón nos protegía para abordar el sector más escabroso de todo el trayecto bajando, y la de las Habas lo mismo, pero subiendo. Cuánto ayudaron las donaciones al sostenimiento de la parroquia de Giraldo en esas épocas.

Bueno, se hace infaltable recordar las fondas de los kilómetros 20, 14 y 5 que repartían caminos hacia veredas de Santa Fe de Antioquia y Giraldo como Cativo, Guasabra, Tonusco Arriba y Pinguro.

El pasado 11 de marzo el gobierno departamental nos invitó a caminar la galería de rescate ya terminada, del tubo central que se constituirá en El Túnel Guillermo Gaviria Echeverri, donde se perfora la cordillera Occidental, túnel que será el más largo de América y nos acercará al mar Caribe. Ahí también tuve una impresión monumental como me sucedió en los años 60 del siglo pasado ante la majestuosidad de la tecnología para taladrar la montaña y acercarnos a la vieja capital de la provincia de Antioquia, y a la nueva capital de nuestro departamento.

De 12 horas de antaño, desde Nutibara-Frontino, a un poco más de dos horas a Medellín, quedaremos cuando a finales del año 2024, esté en todo su esplendor esta obra de alta ingeniería.

Bien, si los caballos hicieron grande y fuerte al imperio romano y las mulas domaron los caminos de las montañas de nuestra tierra, la ingeniería doblegó la naturaleza agreste para hacer a nuestra Antioquia plana.

Nota: Reiterar que no me equivoqué al ser el primero en proponer que el Túnel del Toyo llevara el nombre del doctor Guillermo Gaviria Echeverri.

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