Por: LUIS CARLOS GAVIRIA ECHAVARRÍA

En el escenario político, la llegada al poder a menudo revela una realidad preocupante: la presencia de individuos que, en su búsqueda desenfrenada por el éxito y la influencia, exhiben una combinación peligrosa de rasgos de personalidad. La llamada Triada Oscura, compuesta por el narcisismo, el maquiavelismo y la psicopatía, se manifiesta de manera alarmante en aquellos que han sido elegidos para cargos de elección popular. Con este artículo busco exponer los riesgos que esta combinación de características representa para la sociedad y la democracia misma.

  1. Narcisismo: El primer elemento de la Triada Oscura es el narcisismo, caracterizado por una sobrevaloración del propio ego y una búsqueda constante de admiración y reconocimiento. Los políticos narcisistas, una vez en el poder, tienden a priorizar su propia imagen y beneficio personal sobre el bienestar de la población que supuestamente representan. Sus acciones están motivadas por la necesidad de mantener y aumentar su estatus, sin importar las consecuencias para los demás.
  2. Maquiavelismo: El segundo componente es el maquiavelismo, inspirado en la obra de Nicolás Maquiavelo y su visión pragmática y manipuladora del poder. Los individuos con esta característica políticamente astuta son capaces de emplear cualquier medio necesario para alcanzar sus objetivos, incluso si implica engaño, manipulación o traición. Su ética se subordina completamente a su ambición, convirtiendo la política en un juego de estrategia donde el fin justifica los medios.
  3. Psicopatía: El tercer rasgo es la psicopatía, que se manifiesta en la falta de empatía, remordimiento y responsabilidad emocional. Los políticos psicópatas pueden mostrar una notable habilidad para ocultar sus verdaderas intenciones detrás de una fachada carismática y encantadora. Sin embargo, en su búsqueda implacable de poder, son capaces de causar daño y sufrimiento a otros sin experimentar ningún sentimiento de culpa o compasión.

Estas personas, con la Triada Oscura de la personalidad, no solo representan un peligro para el presente, sino también para el futuro de nuestras sociedades democráticas. Su presencia en cargos de elección popular no solo corroe la confianza en las instituciones políticas, sino que también distorsiona la percepción de lo que significa servir a la comunidad. Su narcisismo desmedido y su falta de empatía los convierten en líderes que priorizan su propia gloria sobre el bienestar de aquellos a quienes supuestamente representan.

El maquiavelismo que exhiben conduce a un clima político de desconfianza y manipulación, donde las agendas personales y partidistas prevalecen sobre los intereses genuinos del pueblo. Sus tácticas de engaño y astucia minan la integridad del proceso democrático, convirtiendo la política en un juego de poder donde la voluntad popular se ve distorsionada y subyugada a intereses particulares.

Además, la psicopatía que caracteriza a estos individuos significa que carecen de la capacidad de empatizar con el sufrimiento de los demás, lo que puede llevar a decisiones políticas que ignoran las necesidades y derechos básicos de las personas más vulnerables de la sociedad. Su falta de remordimientos los convierte en actores políticos sin escrúpulos, dispuestos a sacrificar el bienestar general en aras de su propio beneficio y supervivencia política.

En última instancia, Estas personas, con la Triada Oscura de la personalidad, no solo representan un peligro para el presente, sino también para el futuro de nuestras sociedades democráticas. Su presencia en cargos de elección popular no solo corroe la confianza en las instituciones políticas, sino que también distorsiona la percepción de lo que significa servir a la comunidad. Su narcisismo desmedido y su falta de empatía los convierten en líderes que priorizan su propia gloria sobre el bienestar de aquellos a quienes supuestamente representan. Combatir su influencia requiere una ciudadanía informada, activa y comprometida que exija transparencia, rendición de cuentas y valores éticos en la política. Solo así podemos preservar los principios fundamentales de la democracia y garantizar un futuro donde el bienestar común esté verdaderamente en el centro de la toma de decisiones políticas.

1 Comentario

  1. Extraordinaria columna Dr. Luis Carlos. infortunado, pero cierto, esos son unos de los grandes males que azotan con fuerza a nuestras instituciones democráticas, de las cuales se han adueñado el narcisismo y maquiavelismo. “Líderes” que se creen los amos y señores de la Sociedad, del Estado y del Derecho y han inundado al país de corrupción y de malos manejos, los cuales el pueblo tiene que aprobar y aguantar, pues esos señores son “personas de bien”, y nadie deberá cuestionar sus perversas actuaciones. Ayyy del que se atreva a oponerse!

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