Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS   

Entre otros fines que la educación superior se propone, figura sin duda ese desarrollo humano que conduce a la madurez de pensamiento, que se manifiesta en lo que suele entenderse cuando decimos de alguien que es hombre o mujer de criterio, de buen criterio.

Pienso que vivimos en una etapa de la humanidad en la que no abunda el criterio.  Da la impresión de que en muchas ocasiones se actúa sin saber bien por qué, de un modo un tanto irreflexivo, sin que las decisiones ni las conductas respondan propiamente a un criterio formado.  Puede decirse que escasean las personas de criterio.  Esto se produce a pesar de que los medios de comunicación han progresado con rapidez y efectividad, y de que se dispone de medios de acceso a la cultura mucho más generalizados y asequibles que en tiempos anteriores.  Quizás suceda que tanta información como se recibe llega a producir desconcierto y aturdimiento, y que el contacto con la cultura, aunque masivo, sea demasiado superficial dando lugar solamente a una “pseudocultura”.

Resulta en efecto frecuente, como cualquiera puede observar, que se habla de todo por casi todos, aun cuando sean muy pocos los que conocen propiamente un tema.  Se opina muchas veces de forma improvisada, según lo que de inmediato viene a la cabeza, con ligereza.  Gusta la gente de dar parecer, de criticar y cuestionar sobre toda clase de asuntos, de poner en tela de juicio o aun de condenar sin ponderación lo que apenas se conoce.  En cambio, quizá por la prisa y agitación a que está hoy sometido el ser humano, parece como si no quedara tiempo para pensar, para enterarse mejor de las cosas, estudiar los problemas, enfocarlos con la necesaria profundidad.

Todo esto produce en el hombre y la mujer desorientación, falta de asentamiento sólido en la realidad.   No se sabe bien qué sentido tiene la vida, cuál es su destino, sino que simplemente se sobrevive.  Con frecuencia, el hombre y la mujer vegetan por el mundo sin pensar, como de espaldas a cualquier realidad que no esté ante su mirada inmediata.  Desconocen en la práctica la luminosa claridad que irradian las relaciones del hombre y la mujer con Dios, el significado verdadero de los demás hombres y mujeres y de las variadas realidades con que nos encontramos.  No se plantea a dónde va, sino que va simplemente.  Y tampoco acierta a descubrir cómo ha de llenar la vida, para que la vida quede de verdad llena; dónde se encuentra y en qué consiste la auténtica felicidad.

Este cuadro intencionalmente exagerado del momento que vive nuestra sociedad, en el año 2021, quiere ser acicate para que todos pongamos el máximo empeño en la tarea educativa en que estamos comprometidos, de modo que sean cada vez más las mujeres y los hombres que en medio de sus ocupaciones ordinarias, familiares, profesionales y sociales, sepan actuar como personas que tienen un criterio ético bien formado y pueden ofrecer a quienes encuentren próximos la luz de su consejo y la efectividad de una ayuda desinteresada.

Con este fin me parece conveniente subrayar, en esta columna, el valor educativo del estudio, como generador de hábitos intelectuales que mueven al conocimiento a fondo de las cuestiones para no improvisar una valoración, y que invitan a la reflexión, a la consideración serena de los problemas y conflictos, a no dejarse llevar por gustos o inclinaciones personales sino a tener por guía la verdad, a seguir aquellos planteamientos que resultan congruentes y justos, conformes con la realidad, con la verdad y la ética.

Pero, hoy, quiero llamar la atención a que un modo muy eficaz de que el criterio se forje y enraíce, consiste en que ese criterio se plasme en la realidad de la vida personal y profesional, se haga ciertamente vida propia, porque la conducta se ajusta a lo que con la mente se comprende que debe ser.  No se trata de alcanzar un criterio teórico y abstracto, sino consecuente, coherente y concreto.

En las universidades antioqueñas, sin que apenas se haga consiente, este aspecto de la educación que lleva a conseguir la madurez del criterio se desarrolla con natural seguridad.  Y de forma tanto más intensa y penetrante cuanto ese criterio informa más de manera efectiva la propia vida de todos y cada uno de los miembros de la Comunidad Educativa Universitaria.  La universidad los anima a que no desaprovechen esta espléndida oportunidad, porque, además, el buen criterio vuestro no sólo produce efectos en vosotros mismos, sino que se hará extensivo en cierto modo a todos los Estudiantes, Educadores, Administrativos, Personal de Servicio y Alta Dirección de la Universidad.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                   Medellín, marzo 20 de 2021