Honda preocupación se siente cuando la codicia y la corrupción son cada vez más arraigadas en el corazón de la gente, sin embargo, los colombianos sembrados en la vultuosidad, valores y principios ciudadanos, aun creemos en la resurrección de la patria.

POR: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS     

Empecemos a preguntarnos puntualmente, pero en profundidad: ¿Qué hemos aprendido en todos estos años desde el hogar, la escuela, el colegio y la universidad sobre las virtudes y valores superiores? ¿Cómo se construye la reputación de los demás, sin herir la dignidad humana, en un mundo inmoral como el que venimos padeciendo?  ¿En qué nos hemos equivocado y en qué se han equivocado las instituciones educativas, los dirigentes políticos y empresarios colombianos, para tener que cosechar la corrupción que nos azota?  ¿Qué debemos hacer para que en Colombia se rescate la verdad, la institucionalidad, la justicia, la autoridad, la seguridad, y la democracia que nos permitan volver trizas la corrupción y la codicia? ¿Qué han dejado de hacer nuestros gobernantes, congresistas, diputados y concejales de Colombia para hacer todo lo que han hecho, y a veces muchas cosas sin sentido?

Los Grandes Maestros solían decir: “Los virtuosos y los corruptos son opuestos, es imposible no distinguirlos”.  Los virtuosos hacen que predomine la verdad, los valores, la benevolencia, la empatía, la justicia, la transparencia y la ética.  Los corruptos son aficionados al poder y al beneficio personal y hacen las cosas mediante halagos y engaños.  Además, cabalgan sobre la maledicencia y la reputación dañina y grotesca hacia los demás, sin fundamentación y argumentación alguna.  Los virtuosos realizan su voluntad ética y moral, siempre ponen en práctica lo que aprenden con honestidad, rectitud y decencia.  Los corruptos, al ocupar una posición de poder o de prestigio social, generalmente se entregan a su egoísmo y arrogancia, celosos de los inteligentes, humildes y envidiosos de los capaces; se entregan a sus pasiones y deseos inferiores y se agarran de las posesiones materiales, la codicia y la corrupción, sin que sea posible predecir hasta donde pueden llegar.

Por ello, una sociedad y/o comunidad florece cuando en ella hay personas virtuosas; y cuando se dan cargos a personas corruptas la sociedad decae y las instituciones se marchitan.  Incluso aunque sólo haya una persona corrupta, en un cargo clave, con toda seguridad es imposible que las instituciones queden en paz y tranquilidad frente a la sociedad.  En general, cuando las personas son virtuosas, veraces, idóneas, sinceras, honestas, leales y se encaminan en la dirección correcta, pueden ser empleadas, aunque sean un poco torpes.  Si son corruptas, aduladoras, desleales y mentirosas merecen todo el rechazo de la sociedad, aunque sean muy brillantes en la academia.

En síntesis, si su estructura valórica no es correcta, las personas son indignas de ocupar un cargo en puestos de servicio público y liderazgo social, aunque posean talento y capacidad.  Finalmente, tres cosas recomiendo a los virtuosos: No asustarse cuando hay muchas cosas que se le confían en el cargo que ocupa.  No apresurarse a hacer cosas sin sentido y carentes de significado en el objetivo misional de servir a la sociedad.  Jamás hablar insensateces, despotricar de la dignidad humana de los demás, poniendo en tela de juicio su imagen reputacional, dando opiniones ligeras y a priori; no expresar opiniones de lo que es correcto y de lo que es equivocado por los Medios de Comunicación si no tiene los argumentos válidos para hacerlo.

Un dirigente virtuoso que tiene éxito en estas tres cosas no será confundido ni engañado por los corruptos externos que lo asedian.  ¡Eso es todo por hoy!

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                                 Medellín, julio 17 de 2021