Por: Balmore González Mira

Hace tal vez unos cuatro o cinco años escribíamos sobre el fantasmal paso de migrantes por nuestro territorio en busca del sueño americano, describíamos con pasmosa esperanza que hubiese solución al tráfico humano que se estaba dando por nuestro Urabá antioqueño y chocoano, en tránsito de Necoclí hacia Acandí y otras latitudes en ruta hacia Panamá por un Tapón del Darién que nos presentaba imágenes dantescas que narramos con horror y extremado dolor.

El 31 de julio de 2021 en este mismo medio escribimos “Miles de migrantes están llegando a nuestras tierras, por centenares están recorriendo el territorio nacional.  Atraviesan desde el sur del continente y del país con rumbo  norte, su destino es  conquistar el sueño americano, llegar, pisar, sentir el suelo de los Estados Unidos. Hoy muchísimos de ellos están varados en las playas de Necoclí”.

Hoy la tragedia se repite y se aumenta como tragedia misma. No tiene techo, sigue, aumenta y empeora.

Es espantoso, por decir lo menos, cómo se han multiplicado estos pobres y  desarraigados caminantes;  antes viajaban en buses de Medellín a Urabá, hoy caminan de a pie, en familias enteras desde la capital paisa, cruzan por el Túnel,  pasando por los pueblos del occidente antioqueño llenos de hambre, pobreza y tristeza. Con niños de brazos y mujeres embarazadas;  pequeños caminantes sin esperanza, con lágrimas en sus rostros y un cansancio insuperable llenan los parques de los municipios. Dolor y dolor  que no se cura con un bocado de comida que se les brinde. La tragedia llegó a todos los pueblos del occidente, ofrecen los que pueden un caramelo para poder comprar un bocado de comida, en su inmensa mayoría venezolanos a los que se les robaron su patria.

Lo último que conocemos es que en medio de una cantidad de migrantes nunca antes reportada en las selvas del Darién, el gobierno panameño anuncia que deportará a cualquier ciudadano que llegue a su país por ese medio, intentando cruzar hacia los Estados Unidos.

En los primeros 8 meses de este año las autoridades de Colombia y Panamá contabilizaron un total de 331.231 migrantes. El país más afectado, como en los últimos tres años, fue Venezuela, cuyos nacionales alcanzaron a ser 200.000.

Por ahora Panamá no ha hablado de cerrar la frontera binacional, pero  donde eso ocurra,  Colombia sufriría una grave crisis migratoria de consecuencias incalculables y tal vez la más grave del mundo. Y obviamente con ello, todos los municipios del occidente antioqueño estarían viviendo el horroroso momento de observar sus parques llenos de seres humanos desesperanzados, desarraigados y hasta moribundos, lo que también a nosotros nos llena de dolor y no nos  puede ser indiferentes, porque de verdad es una inconmensurable tragedia humana, sin límites, sin fronteras; pero lo más paradójico, con esas fronteras limítrofes cerradas y con la imposibilidad de contar cuántos de sus seres queridos quedan muertos en estos recorridos que tienen fecha de inicio, pero jamás final. Dios ampare a estos desterrados y ampare a Colombia de vivir una situación igual o peor a la que hoy asistimos como testigos principales en una película de la que esperamos no ser protagonista de un guion que nosotros mismos venimos escribiendo.

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