“La política debe ser el más ético y sublime accionar del ser humano, para buscar consensos armónicos que permitan a todos y cada uno de los asociados vivir en paz, identificar y defender derechos y valores comunes, metas de gran valor general, no particulares, tales como la vida, libertad, justicia, dignidad humana, igualdad, entre otros”.

Por: Héctor Jaime Guerra León*

La política debiera ser la más preciada de las ciencias sociales, pues es la que le imprime al ser humano la necesidad –derecho- de vivir adecuadamente y, correlativamente, le otorga la obligación de buscar y compartir el bien –bienestar- para todos y cada uno de nuestros semejantes (los libros sagrados hablan de difundir ese bien entre quienes nos rodean, el prójimo o el que está “próximo a nosotros”).

La academia no duda en denominar a la política como “Ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados” y la comunidad.

La política en todo caso está arraigada en lo más profundo de la sociedad y del ser humano, en nosotros y es, en simples palabras, el arte de servir a los demás, pudiéndose, por ello, confundir –por el servicio- de esta manera con una cualquiera de los demás ciencias sociales que tengan como objeto el estudio del ser humano, como miembro de una comunidad y el encuentro y perfeccionamiento de su convivencia comunitaria.

Sócrates que habló desde la antigua Grecia decía que la política era la bella forma de cómo los seres humanos debíamos alcanzar a ser virtuosos (paciencia –templanza y justicia). Es decir, que era la práctica humana y social de cultivar y aprender a fomentar acciones virtuosas (es decir, buenas) que hagan que cada ser humano, en función de los demás, pueda llegar a ser la mejor versión de sí mismo. La política es “el arte de buscar el bien común”, decía Aristóteles, el sabio que tal vez desde tiempos tan remotos fue el que mejor dejó estudiado dicho tema.

La Política, en una de sus más altruistas concepciones puede entenderse como la natural aspiración de toda persona a mejorar, en tanto que hace parte de un conglomerado social; es como el más profundo y noble sentimiento que nos invita a la organización y a la implementación de estrategias o mecanismos que nos faciliten un mayor grado de seguridad, tranquilidad y bienestar (familias, barrio, lo urbano – organizarse en “ciudad estados”, polis decían las antiguas civilizaciones). Es el conocimiento que enseña o estudia, como objeto básico del saber, cual es la relación que debe existir entre el ser humano individualmente considerado y el entorno social que lo circunda (llámese sociedad y/o comunidad), su ejercicio busca alcanzar metas o propósitos tales como Fraternidad – Igualdad y Libertad, que llegaron a ser las virtudes y valores superiores que han hecho impulsar a toda la humanidad, dándole sentido a sus luchas después de muchos esfuerzos, padecimientos, perdidas y sacrificios por los que se libraron y se siguen realizando grandes conquistas (guerras, enfrentamientos o también diálogos, acercamientos, acuerdos) y las más míticas (incomprensibles) y sangrientas revoluciones, para combatir (por el ideal o las metas- poder) buscando alcanzar los más altos y nobles ideales o los buenos o malos propósitos que pueden imperar en la búsqueda del poder, en un momento histórico dado del desenvolvimiento social y político (imposición o superación de fuerzas bélicas o ideológicas o también pueden imponerse o implementarse (es lo ideal), según el caso, procesos de desarrollo cultural, industrial, comercial, económico, asuntos religiosos, etc.). Todo el avance, desarrollo y progreso del ser humano, en su paso por la historia (tiempo), ha sido logrado por medio de la puesta en marcha de sus idearios y propósitos políticos (ideas y/o políticas dominantes); muchos de los cuales, no cabe duda, han sido impuestos a sangre y fuego, mediante la fuerza y no de la razón, o la ejecución de múltiples prácticas, no siempre las más nobles o recomendables ética y/o moralmente (“non sanctas” decían los romanos), que son las que han imperado en el momento histórico y social en que éstas se han dado.

Tal y como afirma Alejandro Serrano Caldera (filósofo, jurista, ensayista, escritor y educador nicaragüense), “El tratamiento del fenómeno político nuevo que surge de la crisis de la Modernidad debe permitirnos pasar de la política como privilegio de pocos, a la política como ejercicio de todos; de la política como arte de la concentración del poder, a la política como arte del equilibrio del poder. En resumen, de la política como arte del poder, a la política como arte del bien común, entendido este último en términos de libertad, justicia social, democracia y Estado de Derecho” (léase Ética y Política https://journals.openedition.org/polis/7541?lang=fr).

Así las cosas, la política, en todo caso, debe ser el más ético y sublime accionar del ser humano, para buscar consensos armónicos que permitan a todos y cada uno de los asociados vivir en paz, identificar y defender derechos y valores comunes supremos, metas de gran valor general, no particulares, tales como derecho a la vida, libertad, justicia, dignidad humana, igualdad, entre otros derechos fundamentales que son inherentes, como un todo, al individuo y la sociedad e indispensables para encontrar el bienestar general en términos de equidad, y sin ningún tipo de discriminaciones, para todas las personas.

A nivel universal ese es el verdadero objeto de la ciencia política, lo ha sido siempre y tal parece que infortunadamente seguirá siendo el gran anhelo y las aspiraciones insatisfechas de inmensos sectores sociales en muchas partes de nuestra amada “madre tierra”.

*Abogado. Especialista en Desarrollo Social y Planeación de la Participación Ciudadana; en Derecho Constitucional y Normas Penales. Magíster en Gobierno.