Por: Coronel (R. A.) Horacio Lema Galiano

Si bien es cierto que se engañó al país con una falsa paz que no se dio, no lo es menos que esta mentira se tradujo en estragos que están afectando a los empresarios colombianos de los diferentes gremios, culpa de todas las formas posibles de delincuencia y vandalismo, como quiera que hoy por hoy se recrudeció en mayor proporción el conflicto armado interno.

Es un ataque generalizado contra nuestras empresas y contra los colombianos que tuvimos el valor de crearlas, prácticamente en todos los renglones de la economía y la producción: agroindustria, comercio, agricultura, construcción, comunicaciones y pecuaria, principalmente. Según datos recientes de Confecámaras, Colombia cuenta con 350.265 microempresas (87%),  38.151 empresas pequeñas (9%), 10.153 empresas medianas (3%) y  3.597 empresas grandes (1%). Estas producen el 80% del empleo y el 40% del Producto Interno Bruto (PIB).

Con todo, quienes  conducimos con audacia el motor productivo del país, estamos sometidos a normas y leyes −especialmente  tributarias y laborales−, que nos están afectando sustancialmente, con un panorama desolador acrecentado por la pandemia. La normatividad actual de la Dian, verbigracia, obliga al empresario a pagar 14 mesadas o salarios al año a sus empleados, incluidas primas, cesantías y vacaciones. Como si no fuera suficiente, están gravámenes como: renta (32%), retefuente, ICA (impuesto local) y reteica. Estos costos los asumimos los empresarios con nuestras exiguas utilidades.

Para junio de este año, la Dian implementó además la nómina electrónica, mecanismo que, junto con la factura electrónica, le permitirá tomar el control total de las empresas colombianas. Así las cosas, el empresariado terminará siendo inquilino en su propia casa, cumpliendo el axioma según el cual “no puedes ser líder de ti mismo”.

El sector financiero, agremiado en Asobancaria, pareciera ser otra especie de enemigo letal de los empresarios del país. En específico, la banca actúa de manera despiadada con aquellos emprendedores que cumplimos sagradamente con el pago de nuestras obligaciones financieras. Grave cuando diferentes centros de pensamiento han señalado que la economía se contrajo un 7% y esta apenas se recuperaría alcanzando un crecimiento de 4,8% al final del año.

Otras fuentes de desangre

El pago de los salarios de más de 1.200 exguerrilleros que ahora fungen como escoltas de los deshonrosos senadores de las Farc, es otra fuente de desangre para los empresarios colombianos. Con nuestras utilidades convertidas en impuestos, el Estado costea este exabrupto que se estima asciende a más de 100 mil millones de pesos anuales.

Un hecho paradójico cuando el partido Comunes pregona en sus estatutos la combinación de todas las formas de lucha para la toma del poder. Estos supuestos exFarc no tiene otra opción, máxime cuando el pueblo colombiano no los quiere y por el contrario los odia;  esto explica que anden metidos en burbujas blindadas como si padecieran de una  enfermedad terminal.  De ahí que los empresarios debamos trabajar cinco años para desembolsar más de 129.5 billones de pesos en los próximos 10 años, que permita financiar esta falsa paz, es decir $12.9 billones por año. ¿Para qué son verdaderamente las reformas tributarias?

El vandalismo callejero, que se traduce en marchas y manifestaciones, es otro enemigo que nos masacra a los empresarios y comerciantes, especialmente en la capital. Se calcula que se pierden más de 2.000 millones de pesos en cada jornada de protestas sólo en Bogotá y otro tanto en reparaciones de locales semidestruidos por los vándalos.

Quienes tenemos principios y convicciones y, además, creamos empresa, ganamos el pan con el sudor de nuestra frente; los populistas lo ganan con el sudor de los que construimos prosperidad y desarrollo. En esta realidad, las empresas hoy contratan a los jóvenes por lo que saben, pero los despiden por lo que son.

Por último, nuestro enemigo más poderoso y desolador es la empresa criminal del tráfico de drogas. Las ganancias de esta economía ilícita son exorbitantes y con ellas se han corrompido casi todas las instituciones del país. El narcotráfico masacra a los empresarios honestos que luchamos por mantenernos en el mercado interno e incluso externo.

Las utilidades de los narcos desbordan toda estructura financiera que se pueda contemplar; por eso construyen las llamadas caletas, en las que esconden canecas llenas de los dólares que no pueden lavar en el mercado legal. Para infortunio de todos, el consumo de drogas propiciado por estos demonios es una de las causas más importantes de la muerte de los sueños de la juventud mundial.

Para controlar el estrés que producen estos enemigos, los empresarios de este país requerimos de una formación de personas flexibles, generosas, tolerantes, osadas y especialistas en servir más y juzgar menos. Los empresarios del país tenemos ideas, pero quienes no las tienen son sumisos a ideologías como el populismo, que limita la mente y el pensamiento de los jóvenes y los adoctrina para que exijan que se les de todo sin ningún esfuerzo, sin ellos entregar nada a cambio. 

Todos experimentamos desequilibrios. Pero los adeptos del populismo son desequilibrados en exceso: causan desastres en la sociedad, en la familia, en la escuela y en el trabajo; se vuelven una fuente de conflictos y un depósito de estrés para sus conciudadanos, como sucede hoy en Venezuela y en Argentina.

En conclusión, si se da un gobierno populista, la masacre de nosotros los empresarios colombianos será una realidad.

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