Por:       IVÁN ECHEVERRI VALENCIA 

La Constitución Política de 1991, señala que el poder público en Colombia, está conformado por la rama ejecutiva, la rama legislativa y la rama judicial. Las que son totalmente autónomas e independientes y cuentan con funciones propias y específicas, lo que no obsta para que trabajen de manera coordinada y armónica…

El poder judicial, le corresponde administrar justicia, vela por el cumplimiento de la ley, resuelve conflictos entre las personas y castiga a sus infractores.

Infortunadamente  en la última década ha estado sometida a un desgaste de incalculables consecuencias, por cuenta de sus omisiones, errores, burocratización, politiquería, falta de imparcialidad y los graves hechos de corrupción en los que han caído algunos fiscales, jueces y magistrados, generándole golpes bajos que la mantiene en  cuidados espéciales.

Ha llegado a tal punto el desprestigio e ineficiencia, que la ciudadanía la ignora, llegando a extremos de hacer justicia por su propia mano y los medios de comunicación con sus escándalos la tratan de suplir en casos de corrupción y otras conductas antijurídicas,

Esta complejidad ha sido aprovechada por sus detractores para atacarla sin piedad y también por sus investigados, que antes de acudir a ella a responder por sus hechos, la deslegitiman, haciéndole presiones indebidas y  colocándola en un callejón sin salida.

Las últimas semanas hemos vivido por cuenta de ella, situaciones controversiales, por las libertades otorgadas a delincuentes de cuello blanco y a guerrilleros, a causa de vencimiento de términos y otras leguleyadas, que ha permitido que personajes como Jesús Santrich, tome las de Villadiego y la huida con características circenses de la señora Merlano. Hechos tan vergonzosos que hacen de la justicia y del sistema penitenciario, el hazme reír de todo el mundo.

El caso del expresidente Uribe, se constituyó en toda una tragicomedia, donde la televisión y la radio coparon las horas de transmisión y, los periódicos la tinta, haciendo las veces de  prestidigitadores de lo que pasaría con él en la Corte. Se emplearon a estimular las diferencias entre quienes lo apoyan incondicionalmente y los que lo atacan sin ninguna consideración.

Los amigos de Uribe, previamente a la diligencia judicial se dedicaron a despotricar de la Corte, con insultos y descalificaciones. Sus adversarios  azuzar a la justicia para que actuara con todo el peso de la ley.

Semejante polarización de amores y desamores alrededor de un dirigente, se desplazó a la mayoría de las plazas públicas y calles del país, convirtiéndolas en un tinglado de boxeo, en las que los ánimos estuvieron peligrosamente exacerbados.

El llamado es a la calma y a esperar que la Corte proceda de acuerdo con el acervo probatorio y en derecho, porque flaco servicio se le presta a la justicia, tanta insensatez.

La cruzada es ayudarla a su reivindicación,  para que actúe con toda la probidad, de manera autónoma, libre, respetando el debido proceso y generando todas las garantías procesales, para beneficio de la democracia y de la paz, lo contrario, sería atenernos a la ley del monte.