Los pájaros que trinan y cantan, en mi entrañable Venecia, no necesitan presentación estridente y ostentosa. No hay más que acercarse al árbol en que anidan en nuestra montaña sagrada, o a la jaula en que, con tristeza viven secuestrados por la crueldad de los hombres amantes de impedir su vuelo y libertad.  Hay que escucharlos, no simplemente oírlos.  ¿A qué ajenas ponderaciones?  Hay que embelesarse de sus inesperadas ondulaciones y aceleraciones fantásticas con el trinar de sus cantos naturales.

POR: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

Hernán Herrera Tirado, es ya un poeta conocido en nuestra entrañable Venecia, la de Antioquia, aunque debiera serlo mucho más en el concierto nacional.  Es un cantor que sabe su oficio y lo cultiva desde temprana edad con dedicación asidua y disciplinada.  Es suya una cosecha lírica no exigua y de señaladas virtudes.  En los escritos volanderos y fugaces sus poemas han llevado a los lectores mensajes de belleza y emoción.  Hasta que un día, nos entregó en volumen su primer libro, precedido de unas frases cordiales, acertadas y consagratorias de cultas personas que conocen la dimensión de sus escritos poéticos y literarios. 

En mi condición de coterráneo y coetáneo, puedo precisar que Hernán Herrera Tirado sabe hacer poesía, la discierne en sabia crítica y suele aparearla garbosamente.  Es un hombre modesto, sencillo, humilde y agudo con su pluma literaria y amplio en su temática.  No es necesario alabarlo, sus poemas se elogian solos.  Basta hojear esas páginas de su producción poética, leer, saborear, gozar esos hallazgos, esas metáforas novedosas, esa finura de sentimientos, ese ritmo de sabrosa cadencia.

Hernán Herrera Tirado tiene un espíritu de profunda y permanente sensibilidad humana.  Vuela siempre en la onda permanente de Dios y de nuestra entrañable Venecia.  Tiene este vate la modulación delicada, galante sugestiva como de repentista o juglar de la Edad Media.  Versos de caballero sensitivo.  De poeta de hoy, que conserva los tesoros de un decoroso romanticismo que no acaba de extinguirse, que no debe apagarse.  Vive este amigo en permanente elevación espiritual, en un bello clima de humildad y serenidad, en una búsqueda de las más lindas artesanías poéticas de mi pueblo.

Hay algo más: Este poeta cultiva la fidelidad a las exigencias de la antigua poética:  El ritmo, la rima, el acento, la perfecta estrofa.  Leyéndolo nunca nos despistamos creyendo que se está ante una obra mal levantada en la imprenta, caso muy frecuente en la actualidad.  Hernán, mantiene su fidelidad a los añejos moldes, y eso ya es un encomiable merecimiento, no por lo añejos sino por lo exigentes y logrados.  Hernán Herrera Tirado se luce en la factura del soneto.  Y no ha querido salirse de sus estrictos cauces tradicionales labrándolo con el esmero de quien lo ha estudiado, mimado y acicalado.  Maneja con garbo y facilidad el endecasílabo biensonante, conoce los secretos de la acordada eufonía poética.

Venecia es su pueblo de verdes paisajes ecológicos, de coloniales rincones, de la montaña sagrada, de viejas y nobles historias.  Nuestra entrañable Venecia y hasta el rustico hablar y actuar de su gente se ha trasvasado al alma de este poeta que ha querido adoptar el lenguaje de nuestros padres y abuelos.  Yo, como caminante de a pie, a partir del año 2024 llamaré a mi entrañable amigo, por su prosa y poesía cotidiana: El poeta de la montaña sagrada y el vate de la palabra bella.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS               Medellín, enero 6 de 2024