El Ángel Daniel…

Por: Juan Esteban Castañeda

Hola amigos, como un arcoíris con tonalidades grises, opacas y negras dibujado en un cielo oscuro, se podría describir un día normal en las habitaciones y corredores de un hospital en la zona de oncología, todos perdimos el brillo cuando la base del sentido de la vida que es la salud desapareció en cada uno de nosotros, el gris es el color general de las enfermedades, increíblemente pasa del brillo alegre que transmiten las fotos que se publican en redes sociales, a exposiciones de rayos x de partes de tu cuerpo dibujadas en placas de tomografías y radiografías, el gris es el tono inicial con el que ingresas con el diagnóstico que cuelga de la baranda de la cama con tu nombre, edad, cédula, alergias, enfermedad. Con los efectos de los cócteles de medicamentos fuertes, cirugías y procedimientos médicos, se ponen pesados los globos oculares y solo identificas figuras opacas humanoides o cosas abstractas como si el mundo real fuera un recuerdo y la antesala a la muerte que vivimos nos ubicara en un plano fantasmal de zombies igual para todos. El negro aparece de fondo entero con un olor a esperma quemada de velas o cirios que se encienden en una pequeña calle interna de la capilla religiosa que termina al fondo con pequeñas escalas donde los vivos y aliviados dolientes oran y lloran por una recuperación imposible, un buen descanso eterno o un milagro que los salve a ellos mismos de las similitudes de este sitio…

Luego de mi última cirugía de pulmón y tórax que duró no 3, sino 4 horas como me corrigió el cirujano, y que sólo me deja más derribado, herido, con más cicatrices y sin alivio porque fue en vano este intento, de la forma como he descrito este inclemente tormento de dolor, lucha y esperanza, debo rearmarme en todos mis flancos biológicos y mentales para un cuarto intento en el quirófano con nuevas fuerzas y deseos que no sé dónde diablos buscar o descubrir para enfrentar y soportar más; en este estado desde lo más sepulcral se aparece en mi habitación Daniel…

De días de pesca y acampadas que he disfrutado durante toda mi vida cada que vez puedo buscando tranquilidad, carga natural y sanidad en paisajes hermosos que permanecen intactos en mi memoria aún viva, pasé a recorrer clínicas y hospitales de la ciudad; recorridos en camillas, sillas de ruedas y ambulancias me han hecho conocer y compartir además del dolor, habitaciones, televisores, baños etc.,  con otras personas como don Hernando, arriero durante 50 años del occidente antioqueño, me contó de su mulada de 18 ejemplares todas con nombre y mimadas cómo las hijas que nunca tuvo. Santiago, adolescente eufórico que no llego a meta bajando palmas en su moto estrellada en pérdida total como casi todas sus costillas, dedos y sin ganas de otra carrera. Andrés, trabajador de construcción que se cayó de un piso alto y un golpe en la cabeza que no protegió su casco, llegó también al lado de mi cama sin saber su nombre y reconocer a su madre, todavía tenía manchas de cemento fresco en su ropa mientras un médico le pedía recordar la fecha y su número de cédula, entregando una mirada perdida como respuesta. Don Saulo, campesino de una vereda de Anorí que se fumaba 80 cigarrillos diarios y terminó respirando con un aparato mecánico y conociendo la ciudad por primera vez sin pulmones y más parecido a un muñeco disecado que a otra cosa, pero ansioso por encender su próximo cigarro consciente de morir en su ley, así mismo otros que se han ido moribundos pero optimistas a sus casas dejándome solo y pensando en ellos… yo sigo aquí…

Luego de mi última estancia en la uci, más parecido a un ave fénix que a un mortal, recobrando sentidos, fuerzas y ánimos para seguir, me enviaron a sala de hospitalización nuevamente, encontré una señora que cuidaba a su hijo, advertí que se parecía a mi madre en la edad, tenía su figura corporal femenina y tallas muy simétricas, las mujeres de los 60s y 70s, tienen un parecido en la forma como tratan a sus críos, movimientos seguros y delicados en el momento de cuidarlos, preparan alimentos que prueban ellas primero, les hablan y visten de otra forma a las actuales que más bien parecen estar encartadas con ellos, ya no disfrutan su responsabilidad y compromiso, perdieron esa delicadeza especial de asegurar el bienestar de sus hijos en todo momento, las madres de hoy solo cumplen mecanizadas y de afán la crianza y algunas veces se quejan, debe ser porque antes los niños cuando nacían llegaban a la cuna de un hogar y por estos días en su gran mayoría llegan a la casa de sus abuelos..

Me presenté y les di la bienvenida como si estuvieran en mi casa de forma cortés, ella, Doña Martha y su hijo Daniel, eran mis nuevos compañeros…

La primera pregunta siempre será, ¿qué tiene?

Daniel estaba dormido de costado y erguido a lo largo sobre la cama con morfina porque tenía un dolor muy fuerte en todo su lado derecho, producto de una parálisis que le provocó una medicina mal suministrada y que ni siquiera era la causa que lo traía esta vez al hospital, él desde niño es hemofílico y padece de una isquemia cerebral, me dijo que desde hace 30 años recorría hospitales cargando su hijo especial a veces sin comer y siempre durmiendo en una silla o en el suelo con una sábana encima, me contó que Daniel a pesar de su figura desequilibrada, desgarbada y facciones típicas de las personas con esta enfermedad delatada por su forma de caminar, hablar y actuar, también era un niño alegre que vende boletas de la parroquia, hace mandados, recargas de teléfono y ayuda de monaguillo en la iglesia de un corregimiento llamado Santa Rita de su pueblo natal en el municipio Andes.

En mi maltrecho y adolorido estado de salud por la cirugía, además del golpe de muerte que acababa de recibir del cirujano que me informó del procedimiento fallido que me dejó dos grandes y largas mangueras transparentes, una que sale desde el pecho o tórax y otra desde el pulmón derecho, ambas drenando líquidos rojos negruzcos espumosos hasta un aparato seguidamente conectado a una válvula de oxígeno a presión que pende de la pared cerca de la cabecera de mi cama, donde permanezco anclado o amarrado en una sola posición; para consolarme, el Dr. Bolívar, me explicó que la próxima cirugía sería más a la fija, porque está vez ya si saben lo que pasa “mi pulmón derecho formó un nudo carnoso el cual envolvió la vena cava y no deja circular la sangre que oxigena mi cerebro…” afirma que mientras yo me recupero pa la otra porque soy muy verraco, él investiga como volvemos a intentarlo..

Es inevitable entrar en estados de crisis con depresión que me hacen llorar por horas bajo mi cobija y preguntarme agónicamente porque me tuvo que pasar a mí este episodio de salud, para animarme y ubicar mis emociones y lograr incorporar mi semblanza,  como un ángel con su protectora, solo tengo que mirar entre lágrimas a Daniel, pensar en todas las imposibilidades que atraviesan juntos, saber que una familia pobre, campesina y millones de veces más aguerrida que yo, sortean situaciones mucho más injustas y tristes que la mía y solo piensan en seguir caminando juntos y unidos contra todo lo peor que se les venga en su situación.

Daniel es un arco iris que revive nuestra habitación con todos los colores más hermosos y brillantes, nunca llora por depresión como yo, el sacerdote (Martín) de su parroquia lo llama a saludarlo y de su expresión se escapa una sonrisa infantil e inocente que me ayuda a olvidar está triste realidad, me alivia y enseña que esta vida es solo de valientes que no sueñan con una victoria, sino con estar preparados siempre para una lucha diaria aceptando su condición sin rendirse, comprendo que Daniel es el Daniel de las sagradas escrituras y finalmente concluyo que Daniel es una luz de vida, un mensaje claro de amor del Dios de Israel diciéndome que nunca se irá de mi lado y que tengo mucho por aprender, por valorar, por agradecer.. 🙏☀️