Por Iván de J. Guzmán López

Daniel Quintero está a pocos meses de entregar el cargo que, según el poder fáctico, la mengua de sus programas sociales y el estado calamitoso de la ciudad, es evidente que el cargo le quedó grande. Nos hallamos ante la más lamentable versión de la Medellín histórica, antaño llena de vida, de limpieza, de orden, y merecedora al bello trato de Tacita de Plata.

Ante este panorama desolador, recordé una historia (de esas cargadas de picaresca y realidad) que en una oportunidad, no recuerdo cuándo, narró un personaje en esas jornadas que usualmente denominamos, de cuentería. Dice así la historia, según la versión que recuerdo:

Existía en la Medellín limpia y cívica de los años 50, un hombre simpático y folclórico al que todos denominaban Cosiaca. El personaje este, a falta de sitio adecuado donde hacer sus “necesidades”, frecuentaba la parte trasera de una casona rodeada de pastos, contigua a la calle del resbaladero, hoy  llamada Junín. Estaba Cosiaca algo distraído, haciendo lo que ya dijimos, cuando fue sorprendido por un inspector de la alcaldía de entonces.

Sin disimular su impúdica faena, Cosiaca miró al inspector, con la misma sonrisa festiva y simple que usaba al narrar sus cuentos.

El inspector del alcalde, al descubrir a Cosiaca en tal situación, lo increpó en tono perentorio:

-¡Cosiaca: daré parte al alcalde!

El hombre, con expresión maliciosa y una risa burlona que le hacía evidente la pérdida de los dientes delanteros, expresó:

-No le des parte; si querés se la das toda, que mañana le dejo más

Buen número de los columnistas y periodistas de esta ciudad, hemos alertado sobre el daño hecho a Medellín durante estos 39 meses que lleva de burgomaestre el señor Quintero: lo hemos expresado en diferentes fechas, en distintos medios, de diferentes formas, maneras, tonos, lenguajes y pesadumbre por la ciudad; hemos enumerado el desaseo rampante en todos los barrios sin distingo de estrato.

Hemos alertado sobre la pauperización del  centro de la ciudad convertido en tendido de seres humanos tumbados en sus calles, en estado calamitoso y miserable. Los mendigos deambulan de noche y de día; familias enteras de venezolanos con 3 y 4 niños en situación de miseria y conmiseración es cuadro de todos los días.

Los espacios públicos están inundados de ventas callejeras, quincalla y todo tipo de deshechos, como si se tratara Nueva Delhi; bandas de vicio, atraco y robo deambulan sin Dios ni ley a cualquiera hora del día. Los pocos espacios públicos, antaño espacio de cultura, recreación y simple caminata, se cierran mediante grotescos portillos de hierro retorcidos y sucios, como ocurre en la Plaza Botero, el comando de la policía, el sector de la Alpujarra, el centro Administrativo José María Córdova (alcaldía y gobernación)  o la carrera Junín, sobre San Juan y Maracaibo. Las zonas verdes, donde antes estaban las famosas y tristemente célebres pirámides de Fajardo, se convirtieron en dormitorios de indigentes, con matorrales sin ningún cuidado y letrinas malolientes y peligrosas para la salud, pues la hedentina a excremento humano, es insoportable al transeúnte.

La queja de pena por la ciudad es constante y a lo largo del gobierno, o el desgobierno, mejor decirlo. Por ejemplo, en su columna de El Colombiano, publicada el 8 de diciembre de 2022, bajo el título de Cumple con su misión, dice, en el primer párrafo, el doctor Juan Gómez Martínez, refiriéndose al alcalde Quintero:   

“Pareciera como si el alcalde de Medellín hubiera llegado con la misión y propósito de acabar con todo lo positivo de la ciudad y ejemplo para el país. Casos tenemos a montones, definitivamente no quiere a la ciudad que lo vio nacer y reniega de ella. Es como si le doliera aceptar que nació en Medellín y por ello se quiere vengar de su mala suerte”.

En otro apartado, dice: “Ha querido que se le quite el título, si así se puede decir, de “La tacita de plata”, como se conoce a Medellín. Las basuras inundan las zonas verdes y los jardines de la ciudad, los huecos en las calles, que no existían cuando este alcalde llegó a la ciudad, ahora se encuentran por todas partes y vuelven lento el tráfico vehicular, la señalización es caótica y confunde a los visitantes que no conocen suficientemente a Medellín. Por otra parte, la gente denuncia malos manejos de los recursos públicos y de los amiguismos. Según sus propias palabras, el canal de televisión Telemedellín, es para su servicio y no para la ciudad. Los gerentes del canal han sido de otros lugares del país, como tantos otros funcionarios y, por el desconocimiento de Medellín, los hacen cometer errores contra la ciudad.

Para finalizar, debo decir que, como ya se demostró, nosotros, los periodistas, damos parte al alcalde, pero no nos para bolas.

Según parece, no hay en la ciudada inspector alguno, que dé parte al alcalde Quintero

Mientras tanto, ¡Cosiaca sigue haciendo porquerías!