Por:   IVÁN  ECHEVERRI  VALENCIA

En Colombia, nos hemos acostumbrado a vivir de sobresaltos, cuando no nos hemos recuperado de uno ya nos estamos adentrando en otro, generando estos muchas sensaciones de desconcierto, miedo, estupor, ruido, con las consecuencias de estar día a día, debatiéndonos entre el pesimismo y la incredulidad sobre la suerte que correrá nuestro país a mediano y largo plazo.

Partimos este año bisiesto con las preconcebidas cábalas que por lo general son negativas de fracasos económicos, accidentes, atentados, siniestros, muertos y de hechos impactantes de enormes consecuencias a nivel internacional y nacional. La verdad sea dicha, esas prestidigitaciones, ante escepticismo de muchos se han venido dando en apenas tres meses del año 2020.

El coronavirus VID-19 que nació en China se convirtió en un cerrar y abrir de ojos en una pandemia, paralizando y cambiando el orden mundial, dejando una estela de damnificados económicos, de desempleo y asentando aún más el hambre y la miseria de miles de millones de habitantes en todo el planeta y. que decir de la cantidad de contagiados y de muertos que ha dejado y sigue dejando en toda la faz de la tierra.

Por cuenta de la pandemia, se han tenido que cancelar toda clase de eventos, foros, convenciones, conciertos, fiestas y que decir de los eventos masivos que llaman la atención del planeta como eran los Juegos Olímpicos a celebrarse en Tokio, la Copa América, la Eurocopa, la eliminatoria para el Mundial de fútbol, los juegos  de tenis, los tours  de Francia e Italia y la vuelta a España.

Otros damnificados son las industrias, grandes y pequeñas, las pymes, los emprendedores, comerciantes, independientes y trabajadores informales, pues, están pagando un precio muy costoso por cuenta del desdichado virus chino. Para infortunio, el mundo ya está en recesión que redundará en un balance muy negativo para todos.

Hoy los grandes héroes del mundo y de nuestro país, son todos los servidores de la salud, que por años han sido olvidados, contando con escasos recursos, sin implementación adecuada para atender su oficio, pero, haciendo honor al juramento hipocrático de trabajar incondicionalmente, con toda la ética, profesionalismo, aportando todas sus fuerzas e inteligencia,  por salvar vidas ante un enemigo común el VID-19.

Hay otros héroes ocultos que en medio de la pandemia siguen laborando como los campesinos, transportadores, trabajadores de las Centrales de Abasto, los mensajeros, empleados de supermercados y droguerías, sector financiero, la Fuerza Pública, organismo de socorro y servidores públicos. No podemos olvidar aquellos que luchan por mantener la economía  y el sector productivo con el fin de evitar la parálisis total del país.

Antes de la pandemia, veníamos con varios sobresaltos de corrupción como el de Odebrecht, el originado en las explosivas y contundentes denuncias de compra venta de votos por parte de la ex congresista Aida Merlano y,  el último no menos importante y que sacudió al país referente a presuntos apoyos a la campaña del hoy Presidente de la República, por parte de una persona cuestionada y conocido en toda la costa atlántica como el ÑEÑE Hernández.

Alias ÑEÑE, un multimillonario costeño, asesinado y del cual existe serias dudas sobre su reputación, se dieron a conocer en diferentes medios de comunicaciones y redes sociales, grabaciones y fotografías en las que se daba ínfulas de tener amistades y una gran injerencia con el actual gobierno y con algunos dirigentes allegados a él.

De comprobarse todas las denuncias quedarán muy mal parados importantes hombres de la vida nacional e Instituciones relacionadas con los presuntos hechos delictuosos e investigados.

El sobresalto de la pandemia no puede ser impedimento para que las altas Cortes, la Fiscalía y los Órganos de Control, inicien o continúen aceleradamente con las indagaciones preliminares o investigaciones sobre los hechos ampliamente denunciados de corrupción en las campañas y que posiblemente distorsionaron algunos resultados en los procesos electorales.

Sería el peor sobresalto, con graves daños éticos y morales que la impunidad se apodere del gobierno y de la Justicia.