Por Iván de J. Guzmán López

Este fin de semana pasado estuvimos de visita por algunos municipios de nuestra querida Antioquia. Placer para los ojos y el alma es ver la tierra que uno ama, la tierra que fue cuna y sustento de nuestros ancestros y amigos, todos ellos recordados con devoción.

El viernes 27 de agosto llegamos hasta el querido municipio de Toledo, brezo de J. Emilio Valderrama, nuestro maestro en asuntos de cariño por el campo, por la Antioquia profunda y por las gentes que la habita, gentes laboriosas, humildes, honradas en su inmensa mayoría. En un artículo anterior habíamos ponderado la figura de su alcaldesa Astrid Elena Chavarría Correa y su apuesta decidida por el campo, y habíamos pedido el apoyo de la Gobernación y la mano del Estado para ella y su municipio. Y allá estuvimos, honrando nuestra palabra, para acompañarla en su gesta por el campo y por su municipio, justamente denominado El Balcón de Antioquia.

El sábado 28, atendiendo a una invitación muy especial del presidente encargado del Centro de Historia de Entrerrios, el historiador Luis Fernando Gil Monsalve, acompañamos la instalación de su primera sesión. Entrerrios (que hace recordarle a uno de forma inmediata la célebre novela Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë), es uno de los municipios más prósperos y hermosos del Norte antioqueño, La Suiza Colombiana, como la denomina con orgullo nuestro Alto Comisionado para la Paz, el doctor Juan Camilo Restrepo Gómez.

Aparte de la tarea de representar a nuestra Academia Antioqueña de Historia, visitamos con especial cariño la casa paterna del feliz fundador de El Colombiano, el ilustre político, abogado, periodista y diplomático colombiano, don Francisco de Paula Pérez Tamayo; adicional, con todo nuestro afecto y reverencia, nos inclinamos ante la última morada del recordado Monseñor Ernesto Gómez Echeverry, venerado con justa advocación de Santo en municipios como Urrao, Entrerrios, Liborina, y muy especialmente Ituango, comunidad a la cual entregó de manera muy especial su vida, su amor al prójimo y las enseñanzas de Cristo. Dicha sin par, para mí, fue recordar a Monseñor Ernesto, amigo del alma desde la época feliz y lejana de mi adolescencia en Liborina.

La tarde nos encontró en ese remanso de paz y de belleza que se llama San Pedro de los Milagros. Por supuesto, la primera visita fue a la Basílica del Señor de los Milagros (construida entre 1874 y 1895,  y que hoy es uno de los principales santuarios de peregrinaje de Antioquia y Colombia; sin olvidar que en 1981, el Papa Juan Pablo II le otorgó el título de Basílica Menor), para gozar de La Pietá (la hermosa y sobrecogedora imagen de Cristo, desfallecido en los brazos de su Madre María), una espléndida réplica de  La Piedad del Vaticano o Pietá, obra del muy italiano Miguel Ángel, y que según los curadores de arte, es una de las mejores réplicas que existen de esta obra del arte universal, en Colombia. Así mismo, nos inclinamos ante la imagen del Señor de los Milagros (el crucifijo que llegó aproximadamente en 1774 a San Pedro y que recibió el nombre de El Señor de los Milagros, pues, hace ya bastante tiempo, es considerado milagroso por miles de creyentes). Al salir del templo, ante un espectáculo de parque renovado y acogedor, recordé que esta es la tierra de don Fidel Cano Gutiérrez, periodista, político, escritor y poeta (fundador del diario El Espectador) y de mi amigo de muchos años (q.e.p.d), el doctor Oscar Arboleda Palacio.

Delicioso fin de semana, recorriendo buena parte del Norte de Antioquia, en compañía de buenos y festivos amigos que, aparte de su guasa, de su generosidad y amistad probada, han hecho bastante por Antioquia. No en vano, al preguntar a mis compañeros de viaje ¿quién hizo esta carretera?, se escuchaba la respuesta inmediata: el doctor Rodrigo Vásquez Gaviria. Fueron tantas las obras del doctor Vásquez Gaviria por la zona, que, al entrar a una nueva vía y volver a preguntar ¿quién hizo esta carretera? Todos, mirando al doctor Rodrigo, respondían en coro: el doctor Rodrigo Vásquez Gaviria.  

Delicioso salir a recorrer nuestros pueblos, a conversar con nuestros amigos en cada uno de ellos, a visitar sus monumentos y a recordar a los personajes ilustres que desde su cuna, en esos pueblos, (pueblos que describen con universalidad y lujo literario don Tomás Carrasquilla, Efe Gómez, mi maestro Manuel Mejía Vallejo, o mi amigo (q.e.p.d) Mario Escobar Velásquez (por citar sólo a algunos), han hecho grande a sus municipios de origen, a Antioquia y a Colombia.

Creo que deberíamos salir con frecuencia (a propósito de la reactivación económica post pandemia) a disfrutar de nuestros municipios; creo que desde la gobernación de Antioquia y desde muchas instituciones, asociaciones o grupos organizados de la comunidad, se debería estimular el salir a disfrutar y apoyar a nuestros municipios, a nuestras regiones, todas ellas, plétoras sin par de bellezas naturales, de manifestaciones artísticas, de delicias culinarias, y de buenas gentes.