A LA CLASE POLÍTICA GOBERNANTE: ¡Claro que nos gusta la democracia, defiéndanosla por favor!

En cada proceso electoral colombiano aparecen candidatos que no representan los intereses de la Clase Política Gobernante del momento y, sólo cuando en alguno de estos candidatos se dan señales de tener opción, sale la fórmula mágica de la propaganda negra en contra de este, infundiendo miedo a la sociedad, como queriéndonos estigmatizar: Ahí viene el chucho: ¡qué miedo! Y, sin ningún argumento contundente nos advierten a través de los más potentes medios de comunicación, que: este candidato nos llevará al comunismo, nos convertirá en una Venezuela, nos venderá a Cuba, nos entregará a la guerrilla, al comunismo, nos volverá ateos, es el demonio encarnado, etc.

Realmente, con esa estrategia malintencionada lo que nos hacen sentir es como si estuviéramos viviendo en un sistema de gobierno tan pobre, tan apestado y tan débil, que el primer aparecido nos lo va a tumbar.

Víctimas de tal estigmatización fueron Antanas Mokus en Bogotá y  Luis Pérez en Medellín, los cuales con hechos de buen gobierno han demostrado todo lo contrario a lo que la clase política gobernante del momento insinuaba. Y ahora, Daniel Quintero y Claudia López, quienes por su formación, experiencia y capacidades muy seguramente y en futuro próximo estarán dándonos tranquilidad a bogotanos y  medellinenses.

Lo más vulgar de esos falsos ataques, es que logran pararle los pelos a todo el mundo y que la sociedad concentre sus ojos, oídos y todos sus sentidos en saber si el desdichado candidato es o no quien representa al Demonio (al chucho) y la sociedad queda sorda y ciega para escuchar y conocer a los demás candidatos que el sistema recomienda y por los cuales termina votando. No en favor de ellos, sino en contra del “Demonio”

Por eso (a ciegas) se han elegido Presidentes, congresistas, diputados y concejales ineptos o involucrados en asuntos de narcotráfico y corrupción, centenares de alcaldes, gobernadores y concejales de partidos tradicionales capturados y condenados por corrupción, por ignorancia o por ineptitud. Ni uno solo ha caído, como fruto de haber sido advertido como el chucho o el demonio encarnado.

Consecuentemente, son precisamente los elegidos recomendados por la clase política en el poder, los que han nombrado en los altos cargos de las tres ramas del poder y desde estos, a los cargos  directivos que les siguen, a personas que hoy tienen sumido el país en el penoso estado de corrupción, injusticia y pobreza.

Si nuestro régimen, nuestra democracia y nuestro sistema de gobierno son fuertes, a nadie dentro de Colombia tenemos por qué temerle:

Si el candidato es sospechoso, un sistema potente debe tener el mecanismo para definir la sospecha: si realmente es un delincuente, para eso está la Ley, la cual debe imponerse oportunamente. Si no existe un procedimiento o mecanismo para ello, no hay más para decir: el sistema es pobre.

Si el miedo que dice sentir la Clase Política Gobernante en la propaganda negra obedece a que realmente se conocen los antecedentes del candidato sospechoso y sus relaciones y ayudas a la guerrilla, o con Maduro o con el chucho, etc.,  son reales, pues que de manera valiente expongan las pruebas y oportunamente hagan valer la normativa que reina para mantener la soberanía, para que ese candidato salga del mapa de los elegibles. Si no existe mecanismo para hacerlo antes de su inscripción ante la Registraduría, quiere decir que nuestro sistema es tan apestado, tan débil y tan falto de información e inteligencia, que no es que esté en riesgo la democracia: por el contrario, se hace latente la inminente necesidad de cambio de la clase política gobernante, para que la democracia continúe y se recupere cuanto antes, hasta lograr su eficacia.

Y eso de que ¡ahí viene el chucho: qué miedo!, dejémoslo para los niños, advirtiéndoles si, que se trata de un juego, para que cuando sean grandes entiendan, crean, les guste y hagan más potente y eficaz nuestra democracia.