Por: JAIME HUMBERTO RAMÍREZ CADAVID

La forma de hacer política en Colombia está marcada a lo largo de la historia por formas inacabadas, por propuestas inconcebibles y la cultura del no cumplimiento.

Se escuchan a diario en los candidatos la búsqueda de libertad, justicia y desarrollo socio económico, el motor de todas elecciones, ya que está ligada a las emociones y necesidades del pueblo, volviéndose esta, una práctica repetitiva e inconclusa, debido a que el interés del elegido no son precisamente estas consignas, sino dinero y poder, las grandes barreras que terminan debilitando la política y por ende debilitando el desarrollo socio económico del país.

Es una lectura que se hace reiteradamente en todos los ámbitos de la sociedad, la corrupción política ligada al sentir del pueblo; podría decirse que la corrupción política es un comportamiento antiguo, hace mucho tiempo ilegal, pero objeto de una práctica tolerada en las altas esferas y tolerada también por la opinión pública y es tolerada por cuanto, aunque se entienda que existe, no se toman acciones pertinentes para no tolerarla más.

Esa corrupción parte desde el conocimiento que se tiene por al alto índice de abstinencia en las votaciones. Lo primero que hay que refutar es la falsa idea de que salir a votar el día de elecciones es casi una inclinación natural en los humanos. Jane Jacobs (1969, p. 121) señaló con agudeza que «buscar las causas de la pobreza es un callejón sin salida intelectual porque la pobreza no tiene causas. Solo la prosperidad tiene causas»

Similar ocurre con el voto. Así cono no hay que explicar por qué la gente es pobre, pues la pobreza es un estado natural que obtiene transformaciones debido al desarrollo económico que genera riqueza, no hay que preguntarse por qué en los países democráticos la gente no vota, pues la abstención no tiene causas, sino más bien por qué habría de votar cuando salir a hacerlo es un acto costoso en términos de tiempo, energía y dinero, por el contrario hay causas que  mueven a la gente a votar.

Para muchos para poder ejercer el derecho al voto, deben sacar tiempo y dinero para registrar su documento, para confirmar su punto de votación y para salir a votar, dejando de lado sus obligaciones personales y profesionales. Esto en términos materiales, ahora bien, en términos de conocimiento e investigación, la tarea es más difícil, se requiere gastar una cantidad significativa de tiempo que la mayoría de las personas no está dispuesta a invertir en política.  Informarse sobre los candidatos, sus propuestas, los principales asuntos de interés en cada elección y las complejas reglas institucionales que la rodean.

Para la mayoría del común sus fuentes de investigación se limitan a los tweets y frases que farandulean por redes sociales, las cuales se viralizan gracias a los equipos de campaña, que desean convencer con mensajes de odio, miedo o violencia, lo mismo que se evidencia en los debates presidenciales.

Los candidatos con verdaderas propuestas  y que han demostrado cambios significativos donde han gobernado, ni siguiera son leídos, es el caso del exgobernador y exalcalde de Medellín y Antioquia, quien es el único que tiene propuestas serias, viables y concebibles y no se ve en populismos pobres o agresivos como los demás.

Entendiendo el costo que tiene para cualquier ciudadano el acto de votar, es más fácil comprender por qué, en las democracias que carecen de voto obligatorio, el abstencionismo de alrededor de la mitad del electorado es la regla y no la excepción.

Y esta es la regla de la cual se están aprovechando varios candidatos. Debería pensarse si la abstención es mayor o igual al 50%, ¿por qué permitir la elección, sino se representa a toda la sociedad? Se debe pensar en establecer un porcentaje significativo de acuerdo a la cantidad de electores habilitados.

Infortunadamente la democracia en Colombia y en otros países no se ejerce como debería, funciona al revés y la falta de argumentos sólidos e idóneos sobre los candidatos y sus campañas agravan más la política.

Las estrategias populistas empleadas por algunos candidatos a la presidencia evidencian el notorio deterioro  de nuestra política y democracia. según Ernesto Laclau, las estrategias populistas cada vez más arraigadas constituyen el medio para proponer una visión dicotómica de la realidad y una demanda hegemónica, donde el candidato aparece como parte positiva del antagonismo y constituye la solución de la demanda más importante en términos sociales.

El populismo entonces se convierte en un insulto para el electorado y la permanente fortaleza y resistencia de la oligarquía colombiana en la política estatal, generando cada vez más caos y violencia en la sociedad, lo cual también es conveniente para la oligarquía.

Una interpretación del populismo en los textos de Marco Palacios, a lo largo de cuatro décadas, nos permite entender la resignificación del concepto como un particular medidor de crisis de la experiencia política colombiana con la presencia latente de enfrentamientos armados y sangrientos.

“No se necesita ser gobernado por un dictador para vivir bajo una dictadura.”

 

Jaime Humberto Ramírez Cadavid.