Adoptar una actitud farisea, hipócrita y dictatorial en nombre de la paz total no es perdonar, porque los sentimientos incendiarios que acompañan a un “gobierno del cambio drástico” en la condición humana genera todo lo contrario rencor, odio, venganza y violencia.

POR: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

Para otra persona es algo que usted hace por usted.  Es un acto rebelde, una actitud valiente, al elaborar los asuntos que se dejaron sin terminar, al abandonar los dolores pasados y al avanzar por la vida, suelto, libres por fin del exceso del equipaje emocional que ha estado pesando sobre uno y frenando su autorrealización.  El perdón en sí mismo, y por si es para quien perdona, no para el perdonado.

Eximir al ofensor y a nosotros mismos de la responsabilidad. Tampoco es disculpa.  La disculpa es justamente lo opuesto al perdón.  Disculpamos a la gente cuando entendemos que no han sido culpables.  El perdón es difícil, la disculpa es fácil.  Es un error confundir el perdón con el ser suave, débil, blandengue y comprensivo.  Al perdonar, nos endurecemos para responsabilizar a alguien, y sólo entonces podemos hacerlo.

Requerir la presencia del ofensor.  Perdonar no exige comunicarse verbal y directamente con la persona que se ha perdonado.  No es preciso pararse enfrente y decirle: “Te perdono”.  Normalmente, las personas que nos hacen sentir más furia, son aquellas con las que se nos hace imposible comunicarnos.

Minimizar el acto ofensivo.  No estamos diciendo que haya sido aceptable aquello que nos hicieron; tampoco que lo consideramos “Carente de importancia”, o incluso que no haya sido tan malo.  Fue malo, provoco un gran agravio en nuestras vidas.

Aprobar los actos o comportamientos abusivos e inaceptables.  No es absolver, ya que no justifica actos perniciosos.  Una acción penal debe ser tratada mediante los debidos procedimientos penales.  Muchos de nosotros, educados con los principios de la religión católica, hemos confesado con regularidad nuestras faltas y hemos recibido la absolución, por lo que después de cumplir con arrepentirnos y con la penitencia ordenada, quedamos limpios hasta cometer nuevos pecados.  A los que siguen otras confesiones, actos de contrición penitencias y absoluciones.

Negar el daño.  En realidad, el perdón no puede producirse mientras nosotros mismos en alguna forma estemos negando, minimizando o justificando los hechos que nos hicieron daño.  No consiste en tragarse los propios sentimientos y hacerse el mártir diciendo que todo está bien cuando no lo está.

Elegir repentinamente.  Por muy sinceros que seamos, no podemos elegir de pronto el momento de dejar que pasen las cosas que nos están haciendo daño, soltarlas y recomenzar nuestra vida.  No podemos esperar que una mañana cualquiera, al despertar, se nos ocurra: “Ha llegado el momento que perdone al que me lastimó” y a continuación, alegremente lo hagamos.  La profundidad del dolor es proporcional al tiempo que toma perdonar.  Las heridas menores pueden ser tratadas con rapidez.  Pero cuando tu interior ha sido mutilado, prepárate para un largo proceso interior.

Zafar los estorbos inconscientemente.  La decisión surge de manera consciente, “Logoterapéutica”, de un compromiso de estar en paz con uno mismo y los demás.  Un poco de comprensión facilita en gran medida el proceso del perdón; es claro que, si entendemos todo, no es necesario que otorguemos el perdón, pero entender un poco ayuda cuando el perdón parece difícil, cuando podemos ver tanto en el agresor como en nosotros mismos la humanidad absurda y débil que compartimos, entonces se facilita el milagro.

Condonar, al no implicar bien o mal, ya que no intervienen los juicios.  Sólo reducimos el impacto del pasado sobre nuestro presente y futuro, pero con ello no se modifica el hecho de que las heridas e injusticias que sufrimos hayan sido dolorosas e inmerecidas.

Olvidar.  No podemos ni debemos hacerlo.  Las experiencias negativas, e incluso el dolor que nos causaron, tiene mucho que enseñarnos, tanto en lo que se refiere a no volver a ser víctimas, como en no convertir a otros en víctimas.  No se trata de recordar todos los detalles desagradables, sino de convertir el estiércol del olor en fertilizante, por medio de la memoria, para poder recoger después “esplendidas cosechas”.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                              Medellín, junio 11 de 2023   

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“POR LA GRANDEZA DE NUESTROS MUNICIPIOS Y LA DIGNIDAD ANTIOQUEÑA, ES EL MOMENTO DE VOLVER A PENSAR EN GRANDE”