Por: P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC | Fuente: El Observador de la actualidad
Qué importante es penetrar en el misterio de la existencia humana, cómo Gabriel Marcel se preguntó por el otro, por el más allá, por el sufrimiento y por la muerte en un contexto de guerra, como la primera y segunda guerra mundiales; situaciones límite. Esto lo llevó a la firme convicción de afirmar ‘amar a un ser es decirle tú no morirás’.
Marcel entiende la existencia como encarnación del sentimiento corporal de estar insertos en el mundo, con apertura a los ‘otros’, ‘de ser y de estar juntos’, con las personas y con el ‘Tú absoluto’.
El ser humano es el ‘homo viátor’,-caminante, pues la vida es una peregrinación en busqueda del sentido de la existencia. Ese peregrinar se puede estructurar en torno a la esperanza. La esperanza nos abre a lo trascendente: es la afirmación de la existencia como de un ser que está más allá del tiempo y del espacio. Marcel estará en contra de todo lo despersonalizante de la técnica, como en contra de las persecuciones ideológicas comunistas.
Los filósofos como Marcel, nos abren a la lectura de los signos de los tiempos, a la cual nos invitaron san Juan XXIII, san Pablo VI y particularmente el Concilio Vaticano II, sobre todo en la Constitución Gaudium et Spes, -sobre la ‘Iglesia en el mundo actual’, entendidos como los fenómenos frecuentes y comunes que caracterizan una época y manifiestan las necesidades y aspiraciones de la humanidad.
Peregrinos de la historia, sin negar sus retos, pero creadores de una nueva humanidad nacida en el bautismo para luchar por la justicia, la paz y por supuesto, la hermandad, -comunión de personas, para establecer con todas nuestras fuerzas a impulso del Espíritu Santo, la cultura del amor que ha de generar la Civilización del amor.
Hemos de integrar la ‘utopía’ en una ‘escatología’, no solo de las cosas últimas, más allá del espacio y del tiempo,-muerte, juicio, purgatorio, cielo, infierno, sino conseguir lo ‘utópos’, lo que no se encuentra todavía, por nuestro empeño lleno de esperanza para realizarlo.
El Señor nos debe encontrar vigilantes y haciendo siempre el bien (Lc 12, 32-48).
Somos peregrinos; constituimos colonias de extranjeros, -paroikoi (cf 1 Ped 2, 11), en la historia. Caminamos a nuestra morada permanente que es el Cielo, el ‘Sabat’, Dios mismo nuestro ‘Descanso’.
Nos dice la Carta a los Hebreos que ‘La fe es fundamento de lo que se espera y garantía de lo que no se ve’ (Heb 11,1); es la posesión anticipada y garantizada del futuro, -de lo último,- el ‘ésjaton’ prometido, que para alcanzarlo hay que cooperar con la gracia, la Providencia y la dimensión activa del Espíritu Santo.
Hemos de tener presente el cumplir con nuestra misión terrestre hacia la consumación celeste, en la gloria, junto a Dios.
La lógica de los peregrinos de la historia, es el amor; caminamos hacia los cielos nuevos y la tierra nueva: la eternidad. En una palabra, peregrinos del tiempo hacia la eternidad.