Por Iván de J. Guzmán López

Nos dice la Wikipedia, que en el Nuevo Testamento es conocido el capítulo en el que una muchedumbre prefiere la libertad de Barrabás, sobre la vida de Jesús de Nazaret. Según Mateo y Lucas, Barrabás había matado a un hombre en una revuelta, y por eso se le considera (aunque no se sabe con certeza) como un líder zelote, en prisión.

“Los zelote eran individuos pertenecientes a un grupo o a una secta religiosa del pueblo judío, fundada por Judas el Galileo en el siglo I, caracterizados por el celo hacia Jehová o Yahvé, la rigidez, la radicalidad y la vehemencia de su integrismo religioso, al pretender, incluso mediante la violencia, la liberación del pueblo judío.

Algunos cronistas se atreven a decir que Jesús, fue “tentado” por dicha facción en no pocas oportunidades, con la idea de sumar, al poder de las armas que tenían los zelote, el poder subyugador de la palabra de Jesús, demostrado durante su vida pública. Es claro que Jesús siempre llamó a la paz y rechazó la violencia como método de salvación o de liberación del pueblo Judío.

Esta historia en retrospectiva, para argumentar que a los cientos de asesinatos de sacerdotes y predicadores de la Fe Cristiana en el mundo, se suma ahora, de manera flagrante, la persecución violenta y de hecho que viven los sacerdotes en la cercana república de Nicaragua. Los pueblos no pueden ser perseguidos o masacrados en virtud de su creencia religiosa, y es claro que ello atenta contra los derechos humanos que predican algunos ateos y “salvadores” con tanto fervor y hasta radicalismo inusitado.

Todavía tenemos en la mente, los que vivimos en plena juventud las tristes décadas de los 80 y 90, la violencia en Centroamérica. Eran las odiosas tiranías de derecha, hoy trocadas en izquierda, las que asesinaban sacerdotes y gentes del común, para convertir los países más pobres del mundo en verdaderos campos de martirio y de pobreza. Todavía tenemos en la mente y en el corazón, el asesinato de monseñor Oscar Arnulfo Romero y Galdámez, conocido simplemente como monseñor Romero, ​un sacerdote católico salvadoreño, célebre por su prédica en defensa de los derechos humanos, inmolado a las puertas de su catedral, por las fuerzas gubernamentales.

Es tal la situación contra los sacerdotes hoy en día en Nicaragua, que el cardenal hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, calificó como “una guerra callada, la persecución que existe contra Jesús en su Iglesia en la hermana nación de Nicaragua”. Según dicen los medios internacionales, el cardenal hondureño afirmó durante la misa dominical del 14 de agosto que “esa guerra callada que están haciendo para perseguir a Jesús en su Iglesia en la hermana nación de Nicaragua, ese no es el fuego que Jesús ha venido a traer”.

Tristemente, encontramos en el mundo que los zelotes “salvadores de ayer”, son los tiranos de hoy, que creen que mediante el asesinato de sacerdotes y de gentes humildes, pueden llenar de prosperidad, felicidad y paz a un pueblo que viene reclamando una segunda oportunidad sobre la tierra.

Pareciera como que lo dicho en Cien años de soledad, tan cercano a pueblos como Nicaragua y Colombia fuese escrito en clave, en párrafos luminosos y proféticos, y hace pensar “… que todo lo escrito en ellos era (es) irrepetible desde siempre y para siempre porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían (tienen) una segunda oportunidad sobre la tierra”.