Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS     

 La grandeza de la patria nos permite crecer y creer en ella, con firmeza, en la capacidad de defenderla, a medida que comenzaron los apátridas y enemigos a destruir nuestra institucionalidad y a invadir, indignamente, nuestra condición de ciudadanos de bien.  No podemos sentir miedo no vacilar, desde nuestra propia grandeza, ante los estragos de la podredumbre moral y criminalidad del vandalismo, liderada por la extrema izquierda, narcoterrorismo, infiltrados extranjeros y grupos ilegales.

Llegó la hora de cuestionar esa paz que somos capaces de construir, esa felicidad que somos capaces de expandir y, ese amor por Colombia que somos capaces de defender y que es todo lo que somos.  La mayoría somos ciudadanos de bien y colombianos conscientes de que estamos en un momento de profundas crisis en la que la confusión domina todas nuestras expectativas de presente y futuro, y en que a menudo predominan las palabras de desánimo, pero nos debemos sentir afortunados por encontrar diariamente hombres y mujeres cuyas vidas nos convencen de que hay mucho bien y esperanza entre nosotros los colombianos.

Estamos viviendo una época en que escuchamos mucho de escándalos empresariales y de las violaciones a los gobiernos corporativos, a la ética y la moral, no obstante debemos ser proactivos por vincularnos con líderes significativos, honestos, inspiradores, sensatos, humildes y patriotas; dirigentes empresariales dinamizadores, directivos de la educación pulcros, idóneos y transparentes, y gobernantes elegidos por la confianza y credibilidad que le inspiran al pueblo que los elige, cuyas vidas están llenas de rectitud y fortaleza moral para enfrentar las crisis que buscan desmoronar y volver trizas la institucionalidad colombiana. 

Estamos viviendo y sintiendo un tiempo en que son comunes el crimen, las masacres fratricidas, la violencia irracional, la guerra por intereses creados, los desastres naturales, el narcoterrorismo, la corrupción y las pandemias de toda índole: política, social, económica, educativa, cultural, ética y ecológica, pero no podemos desfallecer porque aún existe la posibilidad de trabajar con personas que hacen cumplir la constitución y la ley, con expertos militares, administradores cívicos, honestos, transparentes y profesionales de la salud y de otras áreas del saber que sacrifican sus vidas para servirle a la humanidad y cuyas intenciones profesionales y humanas son honrosas para la sociedad.

No es una ingenuidad que estamos en una era en que los lazos paternales y familiares se están poniendo en peligro quizás como nunca antes, sin embargo, le damos gracias a Dios por conocer padres firmes e impolutos y madres pulquérrimas y nobles que día y noche dan lo mejor de sí para proporcionar sustento y educación a sus hijos.  Además, en un período en que los colegios, universidades y los jóvenes son bombardeados con negativismo, resentimiento, amargura y adoctrinamiento político por la extrema izquierda, grupos ilegales y dilemas sociales sensibles, pero a pesar de todo tenemos que reconocer que, hoy, conocemos educadores y jóvenes talentosos con gran carácter y comprometidos con el cambio que reclama Colombia…, cada uno a su propia manera.

Así es, sintámonos bendecidos por encontrar hombres y mujeres de todas las profesiones y condiciones sociales, y de todas partes, que son verdaderamente excelentes ciudadanos y que hacen mucho por contribuir con la paz, la solidaridad, la verdad, la justicia y la libertad que nos inspira la patria.  Por todo lo anterior, creo que son muchas las probabilidades de que quien lea este mensaje sea una de esas personas de excelencia profesional y calidad humana para comprometerse con la salvación y resurrección de Colombia, para contrarrestar el vandalismo criminal, la podredumbre moral de la extrema izquierda y el narcoterrorismo que pretenden llevar a un minúsculo cuadrado la Grandeza de la Patria Colombiana.

Finalmente, es mi deseo que Colombia sea un refugio en la tormenta y un remanso de esperanza para todo el pueblo colombiano. ¡Más claro no canta el gallo!

 

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                                             Medellín, septiembre 23 de