Por: Balmore González Mira

Recientemente recordé situaciones que conocí tan cerca como para hacer un símil y también una diferenciación, no sé si semántica, pero sí conceptual sobre esta afirmación que hacíamos o escuchábamos  frecuentemente para descalificar a cualquier humano que tuviera comportamientos atrevidos, ignorantes, burdos y hasta delincuenciales en su vida diaria. Recuerdo cómo algunos conocidos denominaban a su jefe por el trato desobligante e irrespetuoso que a diario les deba a sus subalternos y le decían a sus espaldas  permanentemente: ¡Animal!

La cuarentena nos ha dejado enseñanzas, lecciones, reflexiones, interrogantes y hasta concepciones que deberíamos cambiar cuando el mundo vuelva a la normalidad y que muy seguramente olvidaremos al día siguiente de superada la pandemia mundial, pues el ser humano se ha convertido en un destructor sistemático y en un consumidor empedernido que nada raro que, ni esta crisis lo lleve a algunos cambios comportamentales o de hábitos dañinos y excesivos. Pero vale la pena explorar una de ellas y  es el comportamiento del extraordinario mundo animal. Han regresado a su hábitat, al lugar que les hemos arrebatado y que les hemos contaminado; han dado clara evidencia, si es que todavía no la teníamos, de su grandeza e inteligencia. El aún inhóspito mundo animal  silvestre retornó con su fascinante comportamiento por agua, tierra y aire, con exuberante belleza y con ese halo natural de adornar la existencia, de mantener el ecosistema y de aportar con su comportamiento y sabiduría en la reconstrucción del planeta.

Muy seguramente mi vocabulario cambiará después de la pandemia en muchas de sus acepciones e interpretaciones, pero me queda claro que jamás volveré a decirle animal al humano que se comporte mal, al contrario, ese calificativo será para el ser humano destacado, libre de dudas, sano en su ejercicio. Será para quien defienda la libertad y la justicia; en fin, para el de un comportamiento destacado. Luego de la pandemia a quien califiquen de animal, debe sentirse orgulloso porque lo estén igualando a la especie que nos dio ejemplo de grandeza durante la contingencia más dura que haya vivido el ser humano en la autodenominada y destructiva era de la posmodernidad.