Por: Luis Fernando Pérez Rojas

 Por reacción inconsciente, como por un reflejo condicionado, con la sola mención de la palabra navidad acuden a la mente en abigarrado tropel todos los términos que en nuestra lengua existen para expresar amistad, alegría y amor.  Navidad es una palabra mágica que se multiplica sorprendentemente en color, luz, música, bonanza, sencillez y sinceridad.  Pocos son los escritores que, al hablar de las fiestas navideñas, tras esculcar su alma y buscar en la de la mayoría de sus conocidos, hayan sido capaces de expresar la cruda y cruel realidad que se oculta tras esa máscara de regocijos que sobre todos los corazones coloca las fiestas de fin de año.  Casi nadie habla del porqué de la necesidad de tanto licor, droga y vicios, estridencias musicales y coruscantes colores para que el alma no llore.  Raro son quiénes nos explican los reales sentimientos que, a la gran mayoría de los seres de esta actual y distorsionada humanidad, agobian en los días que se tienen como vacaciones para el cuerpo y el espíritu.  Todos pensamos como niños -para los únicos que aún existe la real alegría navideña- y nos dejamos diluir, sonámbulos, en una dicha inauténtica sorbiendo ilusiones fugaces penetrar pasivamente por la música, la estridencia, las luces y los colores.

Que diciembre y sus costumbres huelen a salud y a bondad en todos los campos, lo creen -gran espejismo- casi todos los que vemos con rostros de felices pascuas.  Pero los psicólogos, pedagogos y siquiatras del siglo XXI ven las cosas de muy diversa manera.  Por ejemplo, ven con malos ojos la costumbre de relacionar los aguinaldos que se dan a los niños por su buena conducta, con o sin el consentimiento del Niño Dios o Santa Claus.  Alegan que esta actitud constituye una forma cobarde de soborno por parte de los padres que engendra falsía y hostilidad en los niños.

En cuanto a los regalos que los adultos se hacen entre sí, pueden representar la “bondad y benevolencia” que tanto elogió en estos casos el gran Charles Dickens, o tentativas subconscientes para acallar los sentimientos de culpa por la hostilidad manifestada en el resto del año; o bien una tentativa de “comprar” algo de afecto para el próximo año.  El envío y casi siempre natural recibo de una montaña de tarjetas, puede solamente significar el deseo de reforzar una dudosa popularidad.

Más grave aún es el hecho que muchos estudiosos de la sicología, la pedagogía y la siquiatría han descrito y clasificado como un “síndrome” que prevalece desde el último jueves de noviembre hasta el año nuevo y que se caracteriza por ansiedad, depresión, nostalgia, irritabilidad, desesperanza y el deseo de encontrar una solución mágica a los problemas (esto último lo padecen los millones de insulsos que compran las loterías extraordinarias de navidad).  Los que padecen más frecuentemente esta sintomatología suelen provenir de hogares disueltos y tienen dificultad en establecer vínculos emocionales estrechos; y el espíritu que generalmente predomina, el de fiestas, agudiza su amistad característica.

Otra teoría de los psicólogos, pedagogos y siquiatras es de que algunas neurosis, en particular las causadas por una rivalidad familiar latentes desde la infancia, pueden exacerbarse en la época de navidad y año nuevo.  El símbolo del Nacimiento de Cristo puede también despertar recuerdos ingratos de rivalidad frustrada entre hermanos, al interior de la familia.  Otra observación es que la idea de la muerte puede impregnar la mente de personas en las cuales los conflictos psíquicos se intensifican con el espíritu alegre de la temporada.  Cualquiera que medite y reflexione en profundidad, sin necesidad de ser psicólogo, pedagogo o siquiatra, ve claramente que la navidad, con su gran variedad de creencias primitivas, ritos religiosos, vínculos familiares, obligaciones sociales, costumbres conformistas y sobre todo, con sus orgías paganas en donde se olvida completamente lo que se celebra y cómo se debe celebrar, agita, sin lugar a dudas, un conjunto de fuerzas sicodinámicas que yacen en estratos profundos del subconsciente y que normalmente se mantienen inhibidas durante el resto del año.

Bueno, pero a pesar de todos los problemas y complejidades que puede tener la navidad y de las nostalgias que deja bien venida sea y ojalá se pudiera vivir como en estos días todo el año, y clamar al Niño Dios por la ausencia total del Covid 19.  Pero “La Nochebuena se viene y la Nochebuena se va” y nosotros cada año nos vamos más allá…

FELIZ NAVIDAD 2021 Y AÑO NUEVO 2022

 

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                                                Medellín, diciembre 18 de 2021