Por: Balmore González Mira

En reciente foro al que asistí como invitado especial, aprovechando estas maravillas de la virtualidad, uno de los participantes que se identificó como un estudiante universitario de último semestre de pregrado que deseaba hacer parte de una institución estatal y que procuraba ingresar al servicio público en donde se le presentara la oportunidad de hacerlo,  para poder ejercer su profesión como lo había soñado desde que eligió su carrera, manifestaba además que lo único que deseaba era poder atender bien a los ciudadanos que lo requirieran, con amabilidad y respeto, para solucionarle sus inquietudes y necesidades. Este estudiante me preguntaba que cuál era mi mayor satisfacción en el servicio público. Y le dije que con su intervención había dado la respuesta, que la mayor satisfacción es poder servir a quien acude a la entidad dónde requiere un servicio y darle una solución pronta y responsable. Me preguntó que cuál era el más grave problema del servidor público en Colombia. Ante tan difícil pero profunda pregunta, le respondí que el gran problema del servidor público es cuando pierde la sensibilidad y el amor por lo que hace, cuando se cansa de hacer bien lo que está haciendo y cuando desaparece la mística en el servicio; mística que yo veía en él al querer servir eficiente y eficazmente. Le esbocé mi teoría del cambio permanente de actitud que existe entre el aspirante a servidor y de quien ya lo es;  inclusive hasta en el lenguaje, toda vez que el aspirante a un cargo es efusivo, animoso y dispuesto, dice hacer lo que le pongan a hacer y no le importan los horarios, pues lo suyo es el servicio. Le agregué que era increíble cuando uno se encontraba servidores que recién ingresaban a las entidades públicas, más preocupados por los horarios, los días de descanso, los viáticos, los beneficios extras,  los compensatorios y los festivos que por hacer bien su trabajo. Le puntualicé que hay muchas razones para hacer bien un trabajo y que  la aptitud, la actitud y el amor por lo que se hace, logran en gran medida ese propósito, y que yo tenía el pleno convencimiento que para mí siempre sería mejor madrugar a trabajar que madrugar a buscar trabajo. Dentro de las muchas temáticas en torno al rol del servidor público se dejó claro que para eso son las clasificaciones de los cargos, donde los directivos cumplen unas funciones superiores de orientación y planeación que otros rangos ejecutan y que no es lo mismo ser jefe que subalterno, que existen servidores que se comparan no solo con sus pares, sino con sus superiores e inclusive con quién es el capitán del barco y uno de los grandes errores del servidor es estar mirando hacia los lados o hacia arriba en vez de mirar al frente y cumplir con sus competencias y deberes. Terminando este buen conversatorio concluí diciendo que había un tema bien importante que no podíamos dejar pasar en las relaciones de los servidores públicos y era el respeto supremo por el ser humano y por el rol, funciones y competencias de cada funcionario dentro de la organización. Concluimos con excelentes ejercicios enmarcados dentro de lo ideal en el servidor público, pero tan difíciles de implementar en la realidad, donde lo importante es que cada uno dé un poco más de sí, con buena actitud y buena vibra.

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