Por: Balmore González Mira

El proceso electoral en Estados Unidos deja varias lecciones pero también varias visiones sobre los gobernantes y los procesos democráticos en América. El país con la democracia más antigua y más férrea del continente e inclusive del mundo, se ve lastimado por su propio presidente que no acata los resultados de las urnas y perjudica de manera flagrante y manifiesta a los organismos electorales y a las autoridades mismas de la nación. Desconocer los procesos electorales es frecuente en democracias débiles, como ocurre con las denuncias por los evidentes fraudes en algunos de nuestros vecinos o como el caso extremo de la dictadura de Venezuela dónde la tiranía ha hecho múltiples elecciones a su justa medida y en todas sale victorioso el dictador, sin justicia y sin verificación.

Un recorrido visual sin mucho esfuerzo mental de norte a sur hace su primera escala en México dónde el presidente AMLO no muestra jerarquía ni decisiones coherentes en materia de Política internacional y menos en su accionar interno, dejando una estela de frustraciones en un país que realmente esperaba mucho más de él que un simple populismo insulso. Los otros presidentes de Centroamérica hasta Panamá no soportan un análisis frente a su protagonismo y aporte al ajedrez regional. De Nicaragua ni hablar pues es una dictadura igual a la de Venezuela pero con la diferencia que aquella la hace hoy un revolucionario que combatió la tiranía y hoy se convirtió en uno más de ellos.

Ya hacia el sur tampoco hay mucho de dónde escoger, mandatarios flojos o sin formación de estadistas como debe ser el presidente de un país, y si las aguas se notan fuertes desde Argentina, turbulentas en el Brasil, pues en Perú no escampa; y Bolivia vuelve por las enseñanzas de Evo que muy poco prometen para un país rico pero lleno de pobres; ecuador no logra recomponerse del legado Correa y Chile pasa por un difícil momento, donde quieren destruir todo lo construido en años en términos económicos, sólo por el hecho de haberse cultivado desde el principio al lado de la dictadura de Pinochet.

En Colombia hay ejemplos de desconocimiento de procesos electorales y también de procesos de participación ciudadana, el más reciente y recordado es el del 2 de octubre de 2016 donde a las mayorías colombianas se les desconoció su voluntad, se les hurtó su resultado,   causando un grave daño a los procesos democráticos internos.

El rápido recorrido por nuestro continente nos lleva a concluir que la gran figura del Presidente Duque surge como una esperanza para Colombia, un soporte para la democracia de este lado del hemisferio y como la renovación de los liderazgos que requieren los procesos mundiales. No es pues exagerado decir que desde Estados Unidos hasta la Patagonia, Iván Duque es el mandatario más serio, preparado y mejor de un país alguno en América.