Por: Balmore González Mira

Es demasiado común escuchar que todas las muertes nos producen tristezas,  que la pérdida de la vida de un ser humano siempre produce este sentimiento y es también demasiado común escuchar que nos arruga el corazón cuando se van seres queridos;  lo que ha pasado recientemente con la ola invernal por todos los lados nos ha tenido compungidos,  tristes, melancólicos,  preocupados,  pero la tragedia de Tapartó en el municipio de Andes definitivamente nos ha arrugado el alma. Y es lo menos que podemos sentir  cuando unos inocentes niños se nos van de la vida terrenal en una tragedia de estas;  nos llena de dolor, nos embarga de nostalgia y sobre todo el haber siquiera pensado que se pudo haber sepultado a una veintena de imberbes,  ¡por Dios!  el escozor nos acosa.  Los tres que se fueron se convertirán en los angelitos protectores de sus compañeros,  estás vidas que dejaron tantos recuerdos, alegrías a sus padres, familiares, vecinos, amigos,  compañeritos y docentes,  a toda esta población rural humilde, querida, trabajadora de Tapartó,  estos angelitos que se van sin pecado alguno de la vida terrenal nos llevan a la reflexión de que la vida se va en un minuto, de que la vida se va en un instante, de que somos nada frente al mundo, pero que significamos mucho para las personas que nos rodean, que significamos demasiado para las personas que tenemos y nos aman a nuestro alrededor, que somos todo para algunos padres que hoy el dolor jamás lograrán calmar, porque se quedará en su retina el desastre, el sepultamiento de sus niños; estas dos niñas y ese niño se van diciéndole adiós a la vida terrenal pero dejando unos recuerdos imborrables en toda la comunidad, cuánto diéramos por ponerle un cerrojo a la puerta del dolor, cuánto diéramos por echarle candado a la inclemencia y al terror.

Andrea, Ana Sofía y Alexander ya no estarán más surcando los pasillos de su escuela, haciendo rondas en los descansos y aprendiendo de números y letras en los salones, pero quedarán eternamente en nuestros  corazones. ¡Paz es sus tumbas y fortaleza a los sobrevivientes!

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