Pese a los ingentes esfuerzos que se han hecho para mantener la calma y la concordia social, en Colombia crece alarmantemente el delito y los amigos del desorden están por doquier”.

Autor: Héctor Jaime Guerra León*

La grave situación de orden púbico que amenaza y azota la institucionalidad del país y, en los últimos tiempos, especialmente a los antioqueños, debe ser motivo de serios análisis y actuaciones por parte de quienes de alguna manera tienen la inmensa responsabilidad de poner en marcha y concretar los anhelos, los ideales, postulados y aspiraciones que todos tenemos de vivir en paz. Esos son deberes que las autoridades competentes están en mora de garantizarle a las comunidades, no obstante los esfuerzos realizados ello no ha sido posible.

Es inmensa y horrorosa la ola de violencia y criminalidad que está invadiendo a nuestra nación. Día a día se vulneran e irrespetan vilmente los más elementales derechos humanos y las más sagradas e importantes garantías civiles y sociales. Estamos viviendo una violencia atroz y sin fronteras que está carcomiendo desde la vida hasta los valores éticos, morales y espirituales de quienes de alguna manera, activa o pasivamente, se han visto abocados a tener que afrontarla.

Pese a los ingentes esfuerzos que se han hecho para mantener la calma y la concordia social, en Colombia crece alarmantemente el delito y los amigos del desorden están por doquier. De igual forma la angustia y el desasosiego social crecen en forma incontrolable. Antioquia que ha sido cuna de hombres y mujeres libres, emprendedores y pacíficos, se ha tornado ahora en un territorio de habitantes temerosos y sin tranquilidad alguna, que contemplan horrorizados el acontecer cotidiano, ante la impotencia de las personas de bien –que son la mayoría- y de organismos encargados de mantener el orden público y la estabilidad social, que poco o nada pueden hacer -desafortunadamente- para contener y controlar tan adversa situación.

Nuestro territorio se ha convertido irremediablemente en epicentro de inseguridad, con mayor énfasis en sus subregiones, de delincuencia común y/u organizada y, en general, de toda clase de ilegalidades, aumentando la preocupación y la incertidumbre de propios y extraños y, en especial, de quienes todavía, por fortuna son la mayoría, no han sido contaminados por la maldad y la mala fe y que luchan incesantemente, aferrándose a la esperanza de que algún día volveremos a ser los de antes, una tierra de paz, de optimismo y de un alto sentido cívico y de pertenencia por nuestros más arraigados y nobles principios y valores.

La Human Rights Watch, que es una “organización dedicada a proteger los derechos humanos de toda persona, en cualquier parte del mundo”, reiteradamente viene dando cuenta, por medio de serios estudios e investigaciones que sirven de base a los planes, estrategias, directrices e informes que -en términos de promoción, garantía y defensa de los derechos civiles en nuestro país- hacen las Naciones Unidas- ONU, sobre la cruda realidad que en relación con violaciones a los Derechos Humanos y al Derecho Internacional Humanitario- DIH, se vienen dando en nuestro angustiado país, en donde según estas organizaciones internacionales, no cesa la violencia, expresada de muchas maneras, pero fundamentalmente en fenómenos como el narcotráfico, las masacres y asesinatos a líderes sociales.

Ante estas circunstancias y por el compromiso asumido por autoridades militares, civiles, eclesiásticas, al igual, que por muchos líderes sociales y dirigentes políticos, se escucha permanentemente el clamoroso llamado a todos los antiqueños y colombianos, para que continuemos luchando en forma solidaria y unida por la reconquista de la paz; por el respeto al principio fundamental de la Dignidad Humana, por la defensa de la vida y de los demás derechos y garantías sociales y constitucionales, para que nuestro departamento y país sigan siendo lo que siempre han debido ser, hábitat de un pueblo altruista, ingenioso pujante, como también de hombres y mujeres con alto sentido de pertenencia y de gran fervor democrático, social y patriótico, que trabajan arduamente, para evitar que unos pocos acaben con lo que muchos han construido.

Hagamos con nuestro ejemplo de solidaridad, compromiso, trabajo y esfuerzo social que Antioquia siga siendo ejemplo de emprendimiento y creatividad, pujanza y orgullo de sus gentes y viva muestra de paz, prosperidad y grandeza, para todos sus moradores y para Colombia entera.

*Abogado Defensoría del Pueblo Regional Antioquia. Especialista en Planeación de la Participación Comunitaria; en Derecho Constitucional y Normas Penales. Magíster en Gobierno.