“El sistema financiero, su amañado e inequitativo funcionamiento, es uno de los grandes males que afectan más duramente al país”.

Autor: Héctor Jaime Guerra León*

Es paradójico, pero entre los factores más determinantes de las causas de inequidad, desigualdad y, por lo tanto de pobreza e injusticia social que se tienen en nuestro país, está la forma como se han organizado y dispuesto en la economía nacional los sistemas financiero y bancario, los que pareciera que no se hicieron para ayudar y ser el mecanismo de solución de los problemas económicos de la población, como debió ser y veremos más adelante, sino un bastión de enriquecimiento exclusivamente privado y al cual tiene que salir a socorrer el tesoro público (ósea todos los colombianos) cada vez que por cualquier situación corra el riesgo de caer en desgracia o amenaza de quiebra –casi siempre por malos manejos de sus propios directivos y/o autoridades económicas de la nación. Es un negocio que se arma con la plata de todos, para la acumulación de ganancia por parte de unos pocos, sus  propietarios.

Según el portal virtual Economipedia- haciendo fácil la economía, el sistema bancario lo integran las instituciones (bancos) encargadas a nivel local, nacional e internacionalmente, según el caso, de la intermediación financiera. Su primordial función consiste en “captar el ahorro del público y, con ese capital, solventar el otorgamiento de créditos y realizar inversiones”. Se afirma que este sistema es conformado por empresas que captan dinero de las personas, llámese naturales o jurídicas (individuos o empresas propiamente dichas) para devolverlo al sistema bajo una modalidad de interés superior al que pagan a los ahorradores.

Todo ello con el ánimo de “redirigir”, yo diría redistribuir, los excedentes entre los agentes del mercado y, fundamentalmente, a quienes tengan problemas financieros o insolvencia para cubrir sus necesidades; afín de buscar equilibrio o estabilidad económica en el sistema, lo cual se orienta o se debe garantizar desde las políticas monetarias y sociales que se ejercen desde la autoridades e instituciones económicas y políticas competentes al interior del Estado y la Sociedad y, de manera muy particular y determinante, desde el mismo Banco de la República, llamado también Banco Central, quien tiene como una de sus más significativas responsabilidades, la de “contribuir al bienestar económico del país y de sus habitantes a través de la preservación del poder adquisitivo de la moneda local, además de fomentar el crecimiento económico sostenido, la estabilidad financiera, el buen funcionamiento de los sistemas de pago y una adecuada gestión cultural”, para lo cual debe poner en marcha pautas y políticas públicas que “favorezcan el intercambio económico, tanto nacional como internacional, a fin de mantener la mayor liquidez y estabilidad económica y proteger el poder adquisitivo de los colombianos” (véase al respecto www.rankia.co).

Esa no es pues cualquier función, se trata de una de las más importantes responsabilidades del Estado, la cual en este caso se haría con la  misma platica de la gente, para precisamente buscar con la sana administración y buena disposición de los recursos que provienen de los mismos ciudadanos, los cuales al depositarlos en las arcas bancarias, en el fondo lo que están persiguiendo es propender por el logro de esos loables propósitos y , con ello, el de asegurar el equilibrio económico nacional, más equidad y, consecuencialmente, más justicia social en términos de igualdad y mejores condiciones de vida para el gran consenso nacional, que en todo caso depende de la forma como la institucionalidad oficial, por medio de estos recursos, debiera buscar dar cumplimiento a uno de sus deberes misionales más importantes: El bienestar de todos los colombianos sin discriminación alguna, (art. 2 C.N).

Por ello no se ve bien que –en medio de la gran tragedia social que está padeciendo el pueblo de Colombia, por las poco acertadas aptitudes y malas políticas gubernamentales, cuando a casi todos los sectores de la economía les está yendo mal y, en especial al ciudadano del común, a la pequeña y la mediana empresa, que son la mayoría de los emprendimientos en el concierto nacional, sea precisamente a los banqueros y, obvio, a sus minorías de privilegiados o consentidos, a los que les esté yendo muy, pero muy bien y puedan demostrar, con sus lucrativos reportes, que pueden estar pescando en tan escabroso “río revuelto”, aprovechándose de la trágica situación de salubridad, económica, política, social y de orden público por las que está atravesaño la gran parte de los habitantes del país; cuando debieran estar, repito como es su deber, ayudando a resolver dichas angustias y problemas, haciendo lo que les corresponde en momentos de crisis o contraprestando los salvavidas que el pueblo (a través del erario público) les ha tirado y/o generosa e ingenuamente ofrecido, cuando -en no pocas veces- les ha tocado acudir a la bondad nacional, cuando por sus malos manejos y no pocos actos corruptivos, como los que conoce la historia colombiana, han tenido que acudir a las arcas oficiales a pedir todo tipo de exenciones, alivios y redenciones.

El sistema financiero, su amañado e inequitativo funcionamiento, es uno de los grandes males que afectan más duramente al país.

*Abogado Defensoría del Pueblo regional Antioquia; Especialista en Planeación de la Participación y el Desarrollo Comunitario; en Derecho Constitucional y normas penales. Magíster en Gobierno.