Es imposible vivir una mentira durante mucho tiempo.  Esto pone una carga muy grande sobre los gobernantes, porque deben entrar a fondo a fingir pasiones y convicciones que no tienen.

Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

Si un gobernante es auténtico exigirá autenticidad a todo su equipo de gobierno.  Y eso es bueno para ponerle marca propia a su mandato, no solo para el gobernante sino para sus gobernados.  Sobre el tema de la autenticidad podemos decir sin riesgo alguno que: la excelencia es para un gobernante un factor clave.  Durante años hemos vivido y respirado la búsqueda de la excelencia en nuestros gobernantes.  Si a uno en realidad lo motiva algo, se asegurará de que a los demás también les importe.  Por ejemplo, si nos importa ser un gobernante excelente, tenemos que darle al pueblo un servicio excelente.  Y eso quiere decir asegurarnos de que los miembros del gabinete sean realmente amables con el pueblo y garantes de la verdad, la justicia, el orden y la libertad.  ¡Eso no se puede fingir!

Así que, para estar seguros, deben constituir equipos de trabajo muy auténticos en el arte de servir con eficacia, transparencia, ética, idoneidad y solidaridad con la solución de los grandes problemas que padece la nación.  Conformar un gabinete y trabajar responsablemente con un congreso amable, honesto, productivo, ágil y participativo por naturaleza.  ¡Eso es autenticidad!

Como servidores públicos, el gobernante está en el escenario de lo público y es observado todo el tiempo, así que hay que comportarse a sabiendas de que todo lo que haga será observado con lupa por el pueblo.  Por encima de todo, es necesario ser coherente, transparente, auténtico para ganar confianza y credibilidad, de lo contrario, está engañando al pueblo, construyendo su propia frustración, derrota y vergüenza política y social.  Y, hay que asegurarse de que su mandato sea coherente y auténtico con las promesas y compromisos adquiridos, cuando se busca un cambio positivo para todos.

La autenticidad, de hecho, es uno de nuestros principales valores superiores y eso significa que todo lo que hacemos y lo que somos tiene que ser auténtico, no algo parecido o que pretendiera serlo.  Hablamos mucho de equidad, igualdad, paz total, justicia, libertad, verdad, empatía, solidaridad, progreso, trabajo, educación, salud, economía, transparencia, desarrollo, entre otros, pero sentimos hoy, un declive vertiginoso lo cual es muy triste, demasiado triste para el pueblo colombiano.

La autenticidad requiere valentía.  Cuando a un gobernante se le pregunte al comienzo de su mandato que, si va a ser bueno o mal gobernante, creo que la mejor respuesta que puede dar es: “voy a ser yo mismo” y, esa es, a mi juicio la respuesta correcta de un gobernante honesto.  Lo único que necesita es suficiente seguridad para poderlo decir.  El mejor aprendizaje y trascendental para un gobernante es ser auténtico e íntegro.  Sí, es verdad, hay que ser estructurado y pensar bien lo que se dice, promete y hace en bien de las comunidades; que sus actos de gobierno sean genuinos y sus obras nacidas del corazón.

Como líder-inspirador, el gobernante, debe buscar cambiar mentalidades y comportamientos, y que la gente se sienta inspirada a hacer algo diferente sin tener que presionarla para que las haga.  El gobernante y su equipo de gobierno siempre deben tratar de ser lo mejor que puedan ser.  Cuando apelo a esa pasión de servir con devoción y amor, puede comunicar lo mucho que le importa al pueblo.  Pronto las personas captan el mensaje y empiezan a comportarse de manera acorde.  Si el gobernante 2022-2026, su equipo de gobierno y los Congresistas de la República de Colombia le mienten al pueblo: ¡apague y vámonos!  Así de sencillo.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                         Medellín, agosto 12 de 2022