Es difícil mirar el futuro de la política colombiana con lágrimas en los ojos y con personalidad paranoide.

Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

En nuestro medio político y social hemos podido observar claramente una serie de personajes raros, patológicos, enfermos mentales que infestan nuestra fauna social.  Uno de ellos, y quizás el que más abunda es el paranoide.  Ser repulsivo que es un peligro cuando interviene en política o forma parte de un partido o equipo político.  Es amargado, odiador perenne, que no perdona y que no olvida.  Vanidoso, mentiroso, vano y fatuo.  Su lenguaje no es elevado, franco, expansivo ni oxigenado por la prudencia y la decencia.  Vive sumergido en la gula, la codicia de poder ser lo que no se puede.  Se cree más Papa que el Papa y solo lo que él o ella hace y dice es correcto.

El político paranoico es la persona que se desboca en su oratoria y el que en partido o grupo vive la rabia “cantaleta rabiosa y resentida”.  Es el que no tolera sino las ideas que él o ella cultivan y sólo acepta candidatos en su partido o grupo político que ellos escogen.  Son los que han propiciado la violencia con su sectarismo y los que intentan destruir lo bueno cuando no han tenido su origen en su pensar egoísta.  Es el hombre o la mujer en la política que, sin méritos culturales de ninguna naturaleza, se cree superior a sus pares o a su adversario y si ese no se deja dominar absolutamente como un perrito faldero, surgen las discrepancias que terminan normalmente dando al traste con su relación de aliado, pues para el paranoide no existe la tolerancia, máxima virtud por la cual es posible que viva la humanidad en la política.

Cuando el paranoide es el jefe político, el final del compromiso es la misma tragedia.  Es el paranoide uno de esos bichos que el vulgo llama “cerrado a la banda”.  Veamos cómo es su silueta sicológica, caracterológica, para que los conozcamos y clasifiquemos. 

Muchas personas nacen paranoides y con el correr de los años, es sólo cuestión de oportunidad, exteriorizan su particular comportamiento.  Igualmente “lo paranoide” puede ir aumentando con base en falsos conceptos de patrimonio político o personal, nivel social o intelectual alcanzado, como también en relación a la ocupación o estrato político al que pertenezca:

  • “Hipertrofia del yo”. Conocida como sobrevaloración del yo y como yoísmo.  Todo ello trae como consecuencia que se imaginen dotados de condiciones físicas o mentales superiores a las comunes con lo que refuerzan la valoración de su importancia, haciéndose cada vez más firme este círculo vicioso.
  • “Egofilia”. Como primera consecuencia de la hipertrofilia de su yo, lo que se conoce como egofilia.
  • “Egocentrismo”. Derivado de su yoismo y de su egofilia, surge el egocentrismo, es decir, que en la especial manera de enfocar cualquier problema buscará todas las ventajas y satisfacciones posibles.
  • “Orgullo”. Su ampulosidad y ostentación se traduce en un comportamiento agresivo, queriendo demostrar con ello a quienes pueden observarlo, que realmente puede actuar así porque le respaldan valores merecedores.
  • “Vanidad”. Busca continuamente que se le reconozcan los valores de los cuales cree ser portador, buscando el aplauso y el elogio permanente.
  • “Altanería”. Los rasgos que hemos mencionado hacen que se vayan robusteciendo las premisas que usa en todo razonamiento y la altanería puede llegar a grados máximos si el paranoide ocupa una alta posición social o de gran responsabilidad laboral o política.  Esto, que en una persona normal llevaría a un sentido de realización o de trascendencia, en el paranoide refuerza su anormalidad caracterológica.
  • “Recelo”. Está siempre a la expectativa y al acecho, temiendo que puedan ser lesionados sus intereses políticos o puntos de vista.
  • “Envidia”. Para el supuesto de que existan personas que han progresado o triunfado antes que él o ella, o en mayor grado, siempre encuentra la razón por la cual no ha alcanzado el triunfo completo o acorde con sus merecimientos y en esa racionalización se supone postergado inmerecidamente y además, como resultado desde su altanería, de los celos y de su envidia, suele descontrolarse fallando de continuo los frenos inhibitorios, dando vía libre a la irritabilidad y a la irascibilidad, queriendo, muchas veces, resolver su insatisfacción por sí mismo o por medio de querellas.  Es importante observar cómo se comporta una personalidad paranoide en la vida de relación política y social.

Cuando caminan, los vemos adoptando cierto hiperextensión cervical, como queriendo demostrar que tiene más horizonte o panorama o que va más allá.  Así mismo lo hace con el ceño ligeramente fruncido, como queriendo dar la impresión que está pensando en problemas que solo ellos pueden encontrar la solución.  También es habitual verlos caminar casi en perfecta línea recta, en actitud permanente de inspiración torácica tratando de ensanchar las regiones dorsales, llevando hacia atrás los hombros con cierta marcialidad.  Y si profundizamos más la observación, les veríamos con los miembros superiores ligeramente separados del cuerpo, con escasa flexión del codo, queriendo con ello demostrar que posee una mayor superficie y precisa más espacio para su yo.

En la interacción social y política, su agresividad constituye un elemento activo para defender su autovaloración y a veces el retraimiento es empleado como un elemento de defensa pasiva, pues valora exageradamente su tiempo y no quiere malgastarlo inútilmente.  Si pudiéramos transcribir parcialmente sus pensamientos, podríamos seguramente encontrar razonamientos o racionalizaciones como estas: “Yo he luchado siempre de frente en todas las emergencias…, yo no lo voy a permitir…, no tengo reproche alguno de formular al señor XXX…, es un insulto a mi persona…, se creen que soy cualquier cosa…, yo soy de aquellas personas que jamás podrán hacer política transitando por las sinuosas esclusas…, yo no sé cómo pierdo tiempo en esta conversación…, este problema sólo yo lo puedo resolver…, claro, todo resulto como yo lo predecía…, si me hubieran hecho caso…, yo siempre doy el mejor consejo…, si yo fuera…, yo sería…, yo haría…, yo lo dije…, yo sé más que ese político…, a ese candidato lo domino yo…”, y así, es infinito su comentario en los diversos ordenes de la vida anteponiendo la creencia de una superioridad intelectual, de linaje y aun racial. 

Si realmente les escuchamos hablar, notamos que hacen uso y abuso de la primera persona del singular, es decir, del “yo”, dando la impresión de la abstracción del “nosotros” y más aun de “ustedes”, queriendo siempre ser figuras preponderantes y prepotentes.  La autocrítica del paranoide es muy débil y sus razonamientos muy equivocados.

Creo que, con estos datos, quedan expuestos los rasgos más sobresalientes de la llamada personalidad paranoide, que a diario se encuentra al cruzar cualquier esquina y que tantos conflictos crea en la sociedad y en la política colombiana, pero también en las relaciones de convivencia de los políticos.

Finalmente, al político paranoide le recomiendo no suponer nada, que es necesario hacer preguntas con sentido y sensibilidad humana, y que es necesario mantener una actitud abierta ante lo que estamos observando en el mundo donde nos corresponde actuar.  Que es necesario aprender a tener un ojo y un pensamiento crítico en los debates que se avecinen.

¡Feliz Navidad y Venturoso Año 2023!

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                       Medellín, diciembre 23 de 2022