Por: Iván de J. Guzmán López – Periodista – Escritor

Todos los hombres, aún los más utilitarios (a la manera de Sancho), acariciamos un ideal (alguna quijotada); algo que nos de felicidad y nos permita vivir honradamente y en armonía con nuestra muy íntima  visión del mundo. Y para ello, hasta hace muy poco, el ideal era ingresar a la universidad. Hoy, a la sombra de la realidad y de la pandemia, las universidades de malla, las universidades “gueto” deben reinventarse, porque ahora van a resultar obsoletas e incomprensibles en medio de la virtualidad y el derrumbe de las carreras y ocupaciones tradicionales.

Adicional a esto, si le agregamos ingredientes como los que vienen sucediendo, hace ya buenos años, en algunas universidades locales y nacionales, la cosa pasa de castaño a oscuro. Como ocurre en la Universidad de Medellín, por ejemplo, cuestionada por la entrega de títulos a personajes oscuros, que desde buen tiempo atrás, aparecen con logros académicos claramente en entredicho. Para nadie es un secreto el eclipse ético y académico de la Universidad; para nadie es novedad que venía, hace muchos años, funcionando como un directorio político, que pone y quita candidatos al Concejo municipal y a la Asamblea de Antioquia. Parece ser que lo que le sigue, es su injerencia directa para todo tipo de figuración política, incluyendo las de gobernador, alcalde, y hasta terciar en asuntos de candidato presidencial.

Si yo fuera estudiante de la U. de Medellín, estaría muy preocupado… Tengo la dicha de ser egresado de dos universidades privadas (católicas, por demás) y dos públicas (excelentes), y puedo dar fe de que jamás advertí en ellas, intento alguno de trastocar el respeto y el sagrado deber de la academia, en apuestas raras, para fines politiqueros.

Si yo fuera estudiante de la U. de Medellín, estaría muy preocupado. Bien sé que la primera dignidad de la universidad (pública o privada) es la rectoría, y que en Colombia (en el mundo, estoy seguro) se cuidan (¿o se cuidaban?) de elegir o nombrar a un gran académico, a un hombre culto, respetable, con un pasado de logros y una hoja de vida intachable. Sin mácula ni historiales turbios.

A propósito, no encuentro claros los nombramientos de una señora de nombre Claudia Restrepo Montoya (sin recorrido académico alguno, sin experiencia administrativa universitaria,  y con el único “mérito” de ser un alfil del grupillo político de Sergio Fajardo),  a un claustro reconocido académicamente y bastante respetable como la universidad Eafit, y que, reconocemos, ha formado a buena parte del empresariado antioqueños. Llega a reemplazar a un hombre culto, académico y honorable como Juan Luis Mejía Arango, con el cual coincidí y compartí en algunos encuentros de carácter académico, literario y periodístico.

 No encuentro claro el nombramiento de un señor de nombre Federico Restrepo Posada, sin ningún recorrido en la academia y cuyo mérito estriba en ser torre del ajedrez político del clan de Sergio Fajardo, simple y fiel ejecutor de sus escasas ideas y apuestas administrativas. No  creo necesario escribir más sobre el citado personaje Fajardo, porque Antioquia toda sabe de quién se trata, en especial si miramos hacia el desastre comunitario denominado Parque Biblioteca España.

Si yo fuera estudiante de la U. de Medellín, estaría muy preocupado con el señor Restrepo Posada en la rectoría de la U. de Medellín, pues acabo de leer en el periódico ADN, que “Restrepo llega luego de una crisis que la institución sufrió con un escándalo por un supuesto falso diploma al congresista Julián Bedoya (aún en investigación), pero él dice que la página se debe pasar…”. ¿Leyeron bien? La página se debe pasar… En este punto y hora, me acuerdo de mi profesor de economía, mi muy reconocido Ignacio Conde, cuando nos decía en qué consistía en Colombia, el “Dejar pasar, dejar hacer”.

En mi larga vida universitaria, disfruté del ejercicio administrativo y profesional de rectores cuyos solos nombres hacían respetable al claustro y lo enaltecían. Sus hojas de vida estaban claramente signadas por su reconocida vena humanística, amplia trayectoria académica y logros magníficos desde lo administrativo.  Algunos de ellos fueron mis amigos; otros son mis compañeros, por ejemplo en la Academia Antioqueña de Historia; pero lo más importante por decir de ellos, es que todos fueron (o son) referentes sociales y académicos, entregados al servicio y a la comunidad. Puedo citar, con no disimulado placer, nombres como el de Ignacio Vélez Escobar, Antonio Yépez Parra, Luis Pérez Gutiérrez, Jaime Restrepo Cuartas, Alberto Uribe Correa, John Jairo Arboleda Céspedes, Fray José Alirio Urbina Rodríguez, RR.PP. Fray Efrén Parmenio Ortiz Ortiz, Mons. Eugenio Restrepo Uribe, Mons. Darío Múnera Vélez, Juan Bayona Ferreira, entre otros.

Los románticos como yo, siempre hemos pensado que la academia era y debe ser “invicta en su fecundidad”; espacios negados a la politiquería y toda suerte de fechorías. Ahora sabemos que estábamos  equivocados: al parecer, la politiquería más ramplona se apoderó de las aulas universitarias. Si la sal se corrompe… ¡Qué diría el gran maestro, sociólogo y filósofo argentino José Ingenieros, al ver el vergonzoso eclipse! Qué dirían de esta circunstancia, fundadores de la Universidad de Medellín, como Hernando Agudelo Villa, Eduardo Fernández B., Helí Mejía Gómez, Fabio Naranjo Ochoa, Francisco Rodríguez Moya, Jaime Isaza Cadavid, Luis Lalinde Botero, José Dolores Mesa Velásquez, Gabriel Obregón Botero, por citar a algunos que la memoria me trae.

¡Qué pensarán los miles de egresados ilustres de la Universidad Eafit!; ¡los miles, de la Universidad de Medellín!, entre los cuáles encuentro cercanos a Eugenio Prieto soto, Oscar Darío Pérez Pineda, Carlos Mario Giraldo Moreno, Federico Estrada Vélez, Carlos Mario Hoyos, José León Jaramillo Jaramillo y Alberto Builes Ortega.

“Hubo una Antioquia grande y altanera.

Un pueblo de hombres libres.

Una raza que odiaba las cadenas,

y en las noches de sílex

ahorcaba los luceros y las penas

de las cuerdas de un tiple.

Siquiera se murieron los abuelos

sin ver como se mellan los perfiles”.

Hasta Jorge Robledo Ortiz, el poeta de la raza, fallecido el 22 de agosto de 1990, se dolía del vergonzoso eclipse.

3 Comentarios

  1. Señor Iván Guzmán, soy periodista y llegué hasta esta página por un link que me envió alguien a quien conozco. Déjeme decirle que por personajes como usted es que el periodismo en Colombia está como está. Se respeta que su columna sea de opinión pero afirmar que la señora Claudia Restrepo no tiene recorrido académico alguno es una falta de ética al faltar tanto a la realidad. Por favor, infórmese antes de expresar una opinión en un medio “supuestamente periodístico”. Tómese al menos la gentileza de investigar la hoja de vida académica y laboral de la señora Claudia, una opinión periodística debe contar mínimamente con un rigor investigativo, no se trata solamente de hablar por hablar, de generar bulla sino de expresar las ideas con argumentos. Le reitero, por personas como usted, que por escribir en una página web llamada periódico se hacen llamar periodistas, es que el periodismo está tan desprestigiado en Colombia. Investigue antes de escribir para un público, deje la mediocridad. Menos mal sólo 2564 personas han visualizado sus nefastas palabras.

    Ah, y por cierto, soy una de las egresadas ilustres de la Universidad Eafit y me siento muy satisfecha con el nombramiento, por si aún se sigue preguntando el qué pensaran…

  2. Magnífico escrito, con reconocimiento histórico de personas con principios y valores, que llama a la reflexión para evitar el engaño a la población, especialmente a nuestra juventud !!!!

  3. Que escrito más absurdo, intentan arreglar el problema con un nuevo y fresco rector y este tipo lo único que hace es criticar al pasado del cual él nuevo rector no es culpable. Creo que el estudiar en 4 universidades no le sirvió de mucho a este ser.

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