Por: Balmore González Mira

Varios de mis lectores me han venido proponiendo que siga escribiendo sobre el tema de la función pública. En honor a quiénes me leen  periódicamente voy a continuar un poco en esta línea en la oportunidad que gentilmente me da este  medio.  Y lo hago refiriéndome a la noticia internacional del momento,  a la muerte de la Reina Isabel II  a quien tomo como ejemplo.  Isabel nació en cuna de la realeza y fue preparada desde su nacimiento para ser reina, fue educada en los palacios por los más connotados docentes y por todas las servidumbres y plebeyos, fue educada como reina, es decir, para tenerlo todo a su servicio y si bien muchos podrán decir que lo tuvo, también es cierto que ella entendió que el servicio a la comunidad era lo fundamental y sirvió con diplomacia con  apegó, con aplomo,  con cariño,  con afecto y con gran respeto durante 70 años, no solo a la Gran Bretaña e Inglaterra sino al mundo entero. Así la acusen de pecados en su historia, como todo terrenal tiene.

Quiero traer a colación está comparación con esta figura mundial porque estoy en  el pleno convencimiento que el buen servicio se puede aprender, para ese servidor que quiera aprenderlo,  para ese ser humano que quiera enaltecer su labor de servidor público, se puede aprender, sólo basta con ser buena persona;  y digámoslo categóricamente: quién no vive para servir no sirve para vivir;  y quién maltrata al usuario, quién no atiende bien al usuario no debe ser servidor público. Una de las principales y fundamentales tarea en el servidor público y en el servicio público es la de buscar soluciones a los problemas y no la de estar buscando permanentemente problemas a las soluciones.

Públicamente se conocen despachos a los que la gente les tiene pereza, les da rabia y solo generan desconfianza y desamor con la comunidad, inclusive hay despachos y servidores que dan miedo;  y a esos mismos despachos llega un buen servidor y les cambia la imagen, mejora el servicio y les pone el corazón y la comunidad usuaria empieza a cambiar la concepción sobre esa oficina y sobre los servidores públicos. La reflexión debe llegar hasta el fundamento del servicio y hasta donde debe llegar un servidor en el mismo. No puede ser que a los poderosos se les atienda de una forma rápida, eficaz y eficiente y a los débiles se les niegue este mismo servicio. Se sirve bien y a todos por igual, para obtener calidad en el servicio. Por ello es importante concluir que,  todo aquello que haces, si lo haces con amor y buen servicio, será doblemente gratificante.

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