Por Iván de J. Guzmán López

Mi amigo Juan Guillermo Calderón Álvarez (hermano del siempre recordado padre Carlos Alberto Calderón Álvarez, misionero colombiano fallecido durante su labor pastoral en África), me comparte una  carta de Gaby de Bedout a su amigo Alejandro Gaviria, ambos educados en la Universidad de los Andes.

La carta, desgarradora por donde se la mire, empieza así: es un misterio para mí que tu hayas promovido un régimen tan macabro y corrupto, como el de Petro”, y continúa de manera vertical: “históricamente el socialismo no ha traído más que dictadura, pérdida de los derechos y libertades civiles. Pura miseria humana, con ciudadanos infelices y esclavos, que perpetúan la represión del opositor como en Rusia”.

Y continúa: “Quien va a sufrir es la clase media y a los más desfavorecidos les darán su bono engaña bobos… Las acciones más importantes de Colombia ya van de bajada en la bolsa internacional. El poder adquisitivo del peso se pierde segundo a segundo. Va a ver mucho efectivo para disimular.  En otras palabras, bienvenida la esclavitud. ¡Tú eres un brillante economista, Alejandro, y lo que hablo tú lo sabes!

Queja de pena y amor por Alejandro  Gaviria y por Colombia, diría yo, es esta carta que creo, ya se convierte en un documento histórico de lo que hoy somos y de lo que nos espera por vivir. La carta completa (que está disponible en la internet), está llena de argumentos sobre el equívoco de las convicciones personales de Gaviria, el hoy ministro de Educación, y las predicciones de una mujer como Gaby de Bedout, su compañera de estudio, (y al parecer de toda la vida profesional de Gaviria), que lamenta el camino de su amigo y la complicidad con un régimen que desde ya se empieza a teñir en tragedia para la democracia, la economía y la vida de los colombianos.

Traigo a colación la citada carta, porque advierto que, como Alejandro Gaviria, hay miles de colombianos que en un arranque de decepción y búsqueda de cambio ante los errores de  gobiernos anteriores (no lo podemos negar) y pensando como ciudadanos honestos, a última hora decidieron apoyar “al candidato del cambio”, pero que a escasos dos meses del  ascenso al poder de Petro, se muestran arrepentidos, porque ven como el país, poco a poco, empieza a sumirse en el más terrible estado de desasosiego político, económico y social. 

Las marchas de este fin de año, donde no hemos visto a nadie insultar a nuestra fuerza pública, saquear comercio o sembrar el pánico, han sido de miles de personas; sin duda, de ese medio país que dijo no al petrismo. Y lo más grave: pronto se sumaran a estas marchas, liberales y conservadores abyectos al principios del mandato; los miles de arrepentidos que votaron pensando en el cambio y en la posibilidad ingenua de un mejor país, los dejados de las oportunidades, los jóvenes, los estudiantes, los nadies y las nadies tan traídos y llevados por la derrochona Francia Márquez, y entonces el país será ingobernable por las vías democráticas, para dar salida peligrosa a los métodos de control usados tradicionalmente en Nicaragua, Venezuela o Rusia, sin hablar de las sangrientas dictadura africanas.

Los impuestos, como la reforma tributaria, son el peor castigo a los pobres, cuando desde el gobierno esos impuestos no vuelven a la comunidad (como sí lo hacen en los países verdaderamente democráticos); las políticas equivocadas en asuntos energéticos, más cuando estamos ad portas de una guerra mundial porque los rusos necesitan sí o sí defender sus intereses y sus mercados de hidrocarburos; las voces disonantes dentro de un gobierno que atemoriza a los inversionistas, ahuyentan capitales y le dan vuelo al dólar, nos está diciendo que la carta de Gaby de Bedout, llena de nostalgia, de reconvención y de augurios oscuros para Colombia, no es una carta del montón, señor Alejandro Gaviria Uribe, exrector del histórico claustro justamente llamado La Universidad de los Andes.

Puntada final: según leemos en la edición 3/9/2022 de la Revista Semana, “en 27 días del nuevo gobierno han asesinado 10 líderes sociales, ocurrieron 13 masacres y aparecieron más de ocho cuerpos desmembrados en el corazón de las principales ciudades del país. Todo un récord penoso que sitúa nuevamente al país en una espiral de violencia que parece haberse trasladado de las zonas rurales a las urbanas. Hoy los muertos en Colombia aparecen casi al pie de las alcaldías, gobernaciones y hasta del mismo Congreso de la República”. ¡Horroroso!